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Tiempo de bolero

El bolero es un género que rescata, para el espíritu, un poco de lo imposible; un amor que llegó a su fin, un pasado que vuelve, un reverdecer, aunque el tiempo haya pasado

24 de marzo de 2021 Por: Medardo Arias Satizábal

Con la producción de Jairo Sánchez, este 10 de abril estaré invitado a La Rebambaramba, a las 8:48 de la noche en Telepacífico, para disertar acerca de un tema que toca el corazón de América Latina: el bolero.

“Dicen que la distancia es el olvido/ pero yo no concibo esta razón/ porque yo seguiré siendo el cautivo/ de los caprichos de tu corazón…”, manifiesta el primer verso de ‘La barca’, una de las canciones más famosas de Roberto Cantoral, el compositor y cantante mexicano que falleciera el 7 de agosto de 2010 en Brownsville, Texas.

Había nacido en junio de 1935 en Ciudad Madero, y empezó su vida artística muy temprano, con un nombre que se convirtió en referencia necesaria del bolero. Conformó la agrupación ‘Los tres caballeros’, un trío que llevó el bolero por el mundo e impuso un estilo confesional, íntimo, una forma de sentir y de expresar valorado por artistas como Lucho Gatica, Armando Manzanero, Joan Manuel Serrat.

El bolero es un género que rescata, para el espíritu, un poco de lo imposible; un amor que llegó a su fin, un pasado que vuelve, un reverdecer, aunque el tiempo haya pasado, un querer volver a amar, a besar, cuando se es consciente que la barca del romance se fue a pique, en medio de un mar tormentoso y con tiburones. De noche, además, ¡peor!

Pero el bolero, como la poesía, salva. Eso lo sabía José Antonio Méndez, cuando escribió esta pieza magistral que conocemos como ‘La gloria eres tú’. Nada, ni el desamor, ni los celos, ni el infierno de la separación, ni la distancia, pueden contra el bolero. Este se muestra invencible y rescata, tira el salvavidas.

Alguna vez Catalino el ‘Tite’ Curet Alonso, me expresó en su casa de la Plaza de Armas de San Juan, Puerto Rico, que deseaba escribir en ‘Cambio’, la revista para la que fui corresponsal desde Estados Unidos, con la dirección de García Márquez. “Dígale al maestro que le enseño a escribir boleros, y él me da la tónica para hacer novelas…”, expresó.

Tite tenía la clave, el gusto, aunque algunas de sus canciones eran ya de proceso penal, como las que escribió para la Lupe, ‘La Yiyi’, la cantante cubana que se descalzaba en el escenario y lanzaba sus tacones de aguja contra el público. Ella tomó algo -una sinceridad desgarrada al cantar- de Olga Guillot, pero lo que siguió después era suyo. Se arrancaba las pestañas postizas y las tiraba al suelo, fraseaba como ninguna. Pedro Almodóvar la hizo suya en la banda sonora de ‘Mujeres al borde de un ataque de nervios’.

Tite escribió más de mil canciones, pero hubiera pasado a la historia, necesariamente, sólo con ‘Tiemblas’, el bolero que regaló a Tito Rodríguez: “Tiemblas, cada vez que me ves, yo sé que tiemblas/ no hay misterio de ti que yo no entienda/ por qué tratas de ocultar, que yo soy parte de ti…”. Curet sabía cómo debía escribir para cada voz, porque conocía sus temperamentos. Así, las canciones para Tito Rodríguez, las hacía, teniendo en cuenta, que se trataba de “un mamito culto”, como anotó para el reportaje que me concedió en ‘Cambio’; otras, muy diferentes, para Héctor Lavoe, o Cheo Feliciano.

Roberto Cantoral era de la escuela de Agustín Lara; sus canciones fueron interpretadas por el Trío Calaveras o por Plácido Domingo. Fueron demasiadas las composiciones que viajaron en las guitarras de Los Panchos, del Trío Montecarlo, o en el baúl de Olga Guillot. Pero, al igual que el Tite, ya merecía el cielo de los poetas, con ‘El reloj’, una canción que renuncia explícitamente a la idea real de que se acabe el tiempo en una noche de amantes y pide, de manera pía y clemente, que por favor no marque las horas, que congele el tiempo de ese amanecer, porque quizá ese momento sublime no volverá. Y le recuerda, al reloj que “ella es la estrella que alumbra mi ser/ yo sin su amor no soy nada…”.
Sigue en Twitter @cabomarzo

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