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Polilla en el guayacán

El pasado 25 de diciembre encontrábame frente al TV, mirando por azar...

30 de diciembre de 2010 Por: Medardo Arias Satizábal

El pasado 25 de diciembre encontrábame frente al TV, mirando por azar algo que nunca frecuento: la inauguración de la Feria de Cali, una transmisión en la que se dicen tantas barbaridades, que culminan siendo ruido para el espíritu. A una dama que le preguntaron qué opinaba de la cabalgata que estaba a punto de realizarse en la ciudad, dijo que estaba de acuerdo, siempre que se hiciera con “cero maltrato infantil…”. De pronto apareció, en un medio plano, Alexis Lozano, el director de la Orquesta Guayacán, profiriendo palabras de grueso calibre; la cámara avanzó hacia un primer plano, y yo no podía creer lo que veía y escuchaba: el músico se despachó en los peores insultos contra sus colegas de Puerto Rico y Cuba…En un país responsable, la salida vulgar de Lozano hubiera dado para suspender la transmisión y presentar excusas a los televidentes, máxime cuando en ese horario todavía muchos niños se asomaban a la pantalla para ver la inauguración del evento. Insultar a Cuba y Puerto Rico en términos soeces y por razones musicales, en términos salseros y desde Cali, es como ponerse una pistola en la sien, meterle fuego a la propia casa, conjurar contra sí mismo.Lozano, en un arranque de ira -del cual no se arrepiente y por el contrario subraya, según lo ha afirmado- parece desconocer que Cuba y Puerto Rico son patrias tutelares de la Salsa, el mismo ritmo que le permite a él y su orquesta, vivir, alternar, ir de gira, recibir el aplauso local e internacional. Sin la Salsa, o sea, sin Cuba y Puerto Rico, no existirían Niche ni Guayacán, ni tantas orquestas nacionales que diariamente le rinden culto a este ritmo. Otra cosa es que el músico imagine, ha creado una ‘iglesia’ aparte, un ritmo chocoano-caleño que no le debe nada a Cuba ni a Puerto Rico, algo que jamás podría demostrar. Ni siquiera Jairo Varela, con todo su talento, ha tenido la arrogancia de creer que es un genio único capaz de navegar por fuera del Caribe. En canoa ‘ranchᒠsin cepillar y con canalete de chachajo puro, se llega hasta el Petronio, pero no a París, Nueva York o Barcelona, donde estos ritmos reclaman clave cubana.Este suicidio musical que se ha planteado Lozano, tiene arreglo. Debe reconsiderar, mostrar que es caballero y presentar excusas, primero al pueblo de Cali, impávido ante la grosería inaugural de la fiesta, y luego a sus colegas músicos de Cuba y Puerto Rico, a quienes la ciudad invita cada año, no para quitarle trabajo a las orquestas locales, sino para responder al gusto popular que los venera.No se trata de enfrentar al ‘Son cepillao’ con ‘Ajiaco Caliente’, ni los pasodobles feriales que bien reinterpreta ‘Guayacán’ con ‘Zúmbale’, o las epifanías del Songo y la Timba que traen por estos días los ‘Van Van’ de Cuba. Sólo de entender que se cometió un error, y se hizo mal uso de un espacio público, popular, para enmarcar una vulgaridad que no será jamás el sentir del pueblo caleño.Lozano es un gran músico, excepcional arreglista, otro día compañero de viaje de Jairo Varela, y debe deponer con gallardía estos resquemores. A su cantante, Yean Collazos, puertorriqueño, se le pide hoy una renuncia, por dignidad, una decisión que sólo él deberá consultar con su conciencia. Lozano debe entender que hace mucho dejó la barriada de Quibdó y está ahora en el ojo crítico de una ciudad que lo respeta, que ha permitido que se forje como músico profesional, y la que espera una pronta respuesta.

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