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La soledad de Maduro

Quizá ningún otro gobernante de la tierra está hoy más solo que...

27 de agosto de 2015 Por: Medardo Arias Satizábal

Quizá ningún otro gobernante de la tierra está hoy más solo que Nicolás Maduro, el mismo que heredó directamente del Coronel Chávez el gobierno de Venezuela, un encargo que, es verdad, le ha quedado demasiado grande.Chávez inventó un librito azul, a la manera del Libro Rojo de Mao, donde creyó tener condensada toda la verdad acerca del destino de su país. También, pensó en lo que podría ser un camino revolucionario, a través de preceptos bolivarianos, a acomodados a su ideario. En un momento de gran solidez financiera, Venezuela pudo convencer a otros gobernantes del sur, de la necesidad de ser aliados en ese proyecto hoy fallido, y creó además el Alba, una entidad paralela a las que tradicionalmente se crean aquí para buscar propósitos comunes.Ahí entró hasta Maradona; los Kirchner, Zelaya, el exmandatario hondureño, Ortega en Nicaragua, Cuba, desde luego, y continuó con la simpatía de las pequeñas naciones centroamericanas.Con los recientes lazos de amistad entre Estados Unidos y Cuba -ya ambas naciones izaron banderas en sus respectivas sedes diplomáticas en Washington y La Habana- terminó la sequía de más de 50 años entre dos países que han simbolizado en América dos formas de pensamiento, dos maneras de ver la política y la economía. Cuba, aliada de la URSS por muchos años, mensajera del bloque comunista, pudo sobrevivir por muchos años gracias al petróleo de regalo que le enviaba Chávez. Con la reducción significativa de los precios del petróleo, Venezuela ha vuelto a la pobreza y no puede ya darse el lujo de regalar combustible a otras naciones.Viví la experiencia en Estados Unidos, de ver cómo la compañía petrolera de Venezuela, Citgo calentaba las casas de los más pobres ahí. Calentar una casa en invierno puede costar unos US$4.000. La bonanza venezolana, pues, alcanzaba hasta para hacer ‘regalos’ a Estados Unidos.La situación de hoy ahí es bien distinta. Con centros comerciales desabastecidos y una creciente inconformidad ciudadana, además de la desaparición, en términos reales, de un discurso contrario a los ‘pitiyankis’, Maduro no sabe qué hacer. Insultó a España, se ha enemistado con la comunidad europea, los ‘pitiyankis’ son ahora los mejores amigos de su viejo aliado ideológico, mientras crece la indignación mundial por los presos políticos, la mordaza a la prensa, el atropello a los derechos humanos.Maduro es ignorantón, pero está asesorado por unas hienas que saben cómo actuó Hitler cuando debió buscarse un enemigo para “unir a Alemania”. El blanco de Maduro ahora es Colombia; con una verborrea peligrosa, levanta la bandera del anticolombianismo, cruzada en la que lo acompaña toda esa Venezuela ignara que ve enemigos en nuestros connacionales. El colombiano es ahora el intruso que ha venido a ocupar puestos de trabajo que podrían estar en manos de esta gente reventada de El Guarataro; los colombianos son espías, seguidores de Uribe, desde Bogotá y desde la frontera, en Cúcuta, colombianos entrenados en Estados Unidos quieren desestabilizar el gobierno, odian a Maduro. Hay que cerrar fronteras, expulsarlos. Ese es el pensamiento con el que este pobre chafarote quiere rehabilitar su aporreada imagen en Venezuela.Duele, hay que decirlo, ver cómo son sacados de ahí, compatriotas que han compartido la vida laboral de ese país, por muchísimo años; cómo les arrebatan sus casas, sus trabajos, familia, dignidad.Desde luego, no somos culpables de la situación a la que ha llegado Venezuela. Jamás hemos sido competencia laboral para ellos y, por el contrario, Colombia siempre ha tenido presencia destacada en sus universidades, en campos como la construcción, las nuevas tecnologías. Hubo una Venezuela de brillantes periodistas colombianos, como Gabriel García Márquez y Plinio Apuleyo Mendoza. Ellos hicieron época ahí. Los recordamos en este momento en que Caracas, otra vez, se ha quedado sin agua.

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