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La dicha olímpica

La primera medalla olímpica colombiana, plata, la obtuvo el barranquillero Helmuth Bellingrotd...

11 de agosto de 2016 Por: Medardo Arias Satizábal

La primera medalla olímpica colombiana, plata, la obtuvo el barranquillero Helmuth Bellingrotd en 1972 en Munich, y puedo recordar que el cuerpo de bomberos del puerto dio un sirenazo para anunciar tan buen suceso. Los perros ladraron y por mucho tiempo no se habló de otra cosa. Para quienes no tenían claro el mestizaje Caribe, les parecía un poco exótico este alemán barranquillero que hablaba de querer comerse un buen “atollabuey” y un arroz de lisa al volver a Colombia. Helmut, con su gorrita de visera kaki y audífonos, concentrado en el momento del tiro al jabalí, una modalidad deportiva que apenas sabíamos que existía y que no se trataba propiamente de animales en movimiento.Su figura apareció en todas las revistas nacionales y sentimos algo especial por este triunfo que todavía recordamos. El jabalí real, fiero cerdo de monte con dos colmillos no muy simpáticos, es cazado, literalmente, en Córdoba, Argentina, a caballo y con carabina. En Cataluña existen también reconocidos cotos de esta caza que se extiende hasta la frontera con Francia. Un jabalí puede pesar más de 200 kilogramos, su carne es muy apreciada en salmuera. En la montaña italiana, en La Toscana, encontré alguna vez un manjar inolvidable: paté de jabalí, el mismo que sólo se consigue ahí y no en otro lugar de Italia.De Jackeline Rentería, bronce en Pekín 2008, también tenemos los mejores recuerdos, y del buen tirador payanés Bernardo Tovar. De él supimos hace unos años, por una circunstancia extra deportiva. Su hijo, también excelente tirador, fue asaltado por dos maleantes que huyeron, por pocos minutos, pues nunca supieron que habían topado, en verdad, con una versión criolla de Clint Eastwood: ajustició a los dos con sendos tiros en la frente.Pero, digamos la verdad, el asunto olímpico se nos está volviendo cotidiano. El país que salía a ondear banderas y a pitar, con la banda sonora de “Colombia, tierra querida”, el otro himno que acuñó Lucho Bermúdez, cambió. Quizá por la interconexión planetaria que tenemos ahora, que nos permite saber, de manera inmediata, que un nadador de Estados Unidos al que llaman “El tiburón de Baltimore”, tiene ya 20 medallas olímpicas y eso no obliga a discursos presidenciales.La excelencia deportiva siempre ha ido a la par con el desarrollo físico y mental de las naciones que la ostentan. Por ello, los deportistas exitosos son tratados como verdaderos héroes en las naciones que representan. Menos en Colombia, donde una deportista como María Isabel Urrutia, oro en Sidney 2000, apenas es reconocida por los organismos gubernamentales.Habría que hacer un registro de todos los boxeadores, pesistas, fondistas a los que el gobierno les ha prometido casa y beca, sin ninguna esperanza. Pambelé pasó a la historia no sólo por sus históricos combates y sus famosas frases, sino porque logró, como pocos, dotar de energía eléctrica y agua potable a San Basilio de Palenque. Un poco lo mismo que le reclamaban al Nobel con Aracataca.Como no existen políticas claras de apoyo al deporte, una estrategia robusta y sostenida para ser un país fuerte en diversas disciplinas, los casos aislados, personales, de gran pundonor y superación, que permiten darnos estas alegrías momentáneas, como la que acaba de proporcionaros Óscar Figueroa en Río, ingresan inmediatamente al inventario de Macondo. La prensa nacional “caza” literalmente a la abuela del campeón, para preguntarle qué comía cuando era niño; si pescado, Colombiarina; amén del tendero de la esquina que también aporta historias.Esperamos ahora dos medallas más; la de nuestra “Hormiga Atómica” Mariana Pajón en BMX, este 19 de agosto, y la de Katherine Ibargüen pasado mañana. Que así sea.

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