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Facundo el jocundo

Pensaba que la paz, la caridad, la misericordia, eran unos de los mayores logros de la condición humana. Murió no obstante, acribillado, hace siete años en Guatemala.

5 de diciembre de 2018 Por: Medardo Arias Satizábal

Pensaba que la paz, la caridad, la misericordia, eran unos de los mayores logros de la condición humana. Murió no obstante, acribillado, hace siete años en Guatemala.

Mercedes Sosa nos enseñó desde la canción que si se calla el cantor se quedan solos los humildes gorriones de los barrios, que calla la vida, y se apaga también la voz del amor y la poesía que ilumina a los de abajo.
Pues esto fue lo que ocurrió con la muerte violenta de Facundo Cabral, acallado por balas, él que sólo quería sembrar flores con sus palabras en el corazón de la gente.

En el ambiente artístico del mundo, nunca se supo de la vida o la gloria de un cristiano llamado Rodolfo Enrique Cabral, sin embargo sí recibió reconocimiento el artista que decidió trocar ese nombre por el de Facundo, el trovador que se declaró “violentamente pacifista”, y más que cantar encantaba al público con sus soliloquios, pensamientos filosóficos no exentos de humor. Decía por ejemplo, “los argentinos somos engreídos y autosuficientes hasta los 40 años; después de esa edad, somos perfectos…”

Había nacido en la provincia de La Plata, Argentina, en mayo de 1937, hijo de una familia obrera, y contaba con 74 años al momento de su muerte en Guatemala, cuando era conducido al aeropuerto de La Aurora, por el empresario Henry Fariña. Los informes de prensa aseguraron que el atentado estaba dirigido a este último. Hacía cuatro días se había despedido del país, en el Teatro Roma de la ciudad de Quetzaltenango: “Que sea lo que Dios quiera; él sabe lo que hace…”

Por vivir en una situación de penuria permanente, su familia debió vivir un tiempo en casa de sus abuelos, de donde fueron arrojados a la calle. El padre de Facundo desapareció un día antes de que éste naciera. Ya a los nueve años bebía licor y a los 14 fue encarcelado, encerrado en un reformatorio, donde un sacerdote jesuita le enseñó las primeras letras, lo acercó a la literatura, le dio camino. Nunca olvidaría al levita, como tampoco su experiencia de ir ‘caminando’ a Buenos Aires, para conocer al presidente Juan Domingo Perón y a Evita su esposa. “Me habían dicho que ellos ayudaban a los pobres, y por eso fui a verlos…” El chico logró burlar el cerco policial de seguridad que cubría al presidente, y pudo conversar con ellos: “Evita me dijo, al fin conozco a alguien que no pide limosna sino trabajo”, recordaba.

Decía que se había atrevido a escribir su primera canción, ‘Vuela bajo’, después que un vagabundo le recitó el Sermón de la Montaña. En el balneario de Punta del Este, en un bar donde le dieron oportunidad de cantar, compuso en 1970 ‘Ni soy de aquí, ni soy de allá’, un éxito poético rotundo que lo catapultó a los escenarios del mundo, y lo hizo conocido en varias lenguas… “Me gusta estar tirado siempre en la arena/ y en bicicleta perseguir a Manuela/ saltar paredes y abrir las ventanas/ y cuando llora una mujer…” Letras sencillas que siempre lo acompañaron.
Reconocido como un cantor de protesta, debió abandonar Argentina en plena dictadura, y se radicó en México, desde donde llegó a visitar al menos, así lo reconocía, 169 países. Convivió con los Tuareg, fue al desierto del Sahara, erró por los países árabes, India, y recibió también el aplauso de su país cuando regresó al fin de la dictadura militar para un gran concierto en el Luna Park. Junto a Alberto Cortés, realizó la producción musical ‘Lo cortés no quita lo Cabral’, unión que exhibió muchísimos éxitos por América, habida cuenta del prestigio de Cortés como cantor de melodías cargadas de poesía.

Facundo fue también ampliamente difundido con su creación ‘Ferrocabral’, y otra titulada ‘Cabralgando’. Le gustaba hacer juegos de palabras y recitaba versos enteros de conocidos poetas. Los últimos años de su vida los vivió en hoteles, en casas de amigos por el mundo.

Sigue en Twitter @cabomarzo

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