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El rey de la armónica

La primera vez que escuché el sonido de la armónica, pensé que...

25 de agosto de 2016 Por: Medardo Arias Satizábal

La primera vez que escuché el sonido de la armónica, pensé que llovía, pues mi padre la llamaba con el nombre que le daban los campesinos de los ríos del litoral: rondín, rondador o eloína. Tenía varias en su colección, entre ellas una Lee Oskar Major, que popularizaron los marinos estadounidenses después de la Segunda Guerra, una pequeña Victory, con su ‘V’ capital enzarzada en una enredadera, y su trofeo mayor, una Hohner diatónica, de 16 celdas, con estuche.La Hohner la había comprado en un barco alemán en Buenaventura y la tocaba en esos momentos especiales en casa -fiestas patronales, cumpleaños, Navidad- más que todo para divertir a mi abuela que amaba el sonido del rondín, tal vez con el mismo amor que recibió este instrumento en las plantaciones de algodón en Alabama.Mi padre jamás estudió música, pero era un músico natural. Viendo cómo soplaba y aspiraba en su armónica, desplazándose por todas las notas para buscar la armonía de un bolero, creo ahora que hubiera sido un buen intérprete de blues, un jazzman.Podía tocar casi cualquier melodía, de oído, después de buscarla en su instrumento, pero su momento más alto se daba cuando le pedíamos ‘La pollera colorá’, la canción de Wilson Choperena, que interpretaba como un verdadero maestro.Estos recuerdos tamizados por el arrullo de la armónica, los he tenido de golpe al saber que el pasado lunes, a sus casi 100 años, falleció el músico belga Toots Thielemans, considerado ‘El Rey de la Armónica’, en conciertos al lado de Ella Fitzgerald, Charlie Parker, Frank Sinatra, Ray Charles, Stevie Wonder, Paul Simon, Oscar Peterson. Fue el autor de la banda sonora de la película ‘Desayuno con diamantes’ (1961).Había nacido el 29 de abril de 1922 en un barrio popular de Bruselas, en donde sus padres atendían un café. El mundo de la música considera que él fue el artista que llevó al reconocimiento general la armónica cromática.Tras sus giras con Benny Goodman en los Estados Unidos, fue tentado por las grandes salas de concierto, y llegó a Hollywood. El sonido de este instrumento evocó para algunos directores las calles polvorientas del viejo oeste, el suspenso que precede a la llegada de un cazador de recompensas. Así, en 1969, fue el autor de la música del filme ‘Midnight Cowboy’, un sonido que de todos modos encantó al músico italiano Ennio Morricone.La armónica puede ser llevada a cualquier parte, y en el pasado siglo acompañó la soledad de miles de sembradores en las riberas del Mississippi. Las más sencillas no tienen un costo significativo; China, donde nació este instrumento hace 3000 años a.c. continúa produciéndola, tanto como los acordeones de papel.Su presencia en Alemania hizo que un músico y empresario de apellido Buschmann, le agregara un fuelle y diera pie, en 1829, a la invención del primer acordeón. El relojero alemán Matthias Hohner, le compró a Buschmann una de sus creaciones y abrió un gran taller en 1857, donde produjo buena parte de las armónicas que llegaron a América, una de ellas la de mi padre, que viajó en barco desde Bremen hasta Buenaventura, para que mi abuela sonriera.Heredé la armónica, en la cual soplé por muchas tardes, tratando de mover sus lengüetas con algún sonido, pero todo fue en vano. Me resigné a no poder tocar el ‘Railroad Blues’ de Freeman Stowers.Hoy, la tengo como pieza de museo, junto a un viejo proyector y una radiola. Hablé ya con Iván Coello, el maestro de la armónica en Cali, a ver si es posible repararla –perdió uno de sus costados metálicos- y sacarle algún sonido que me permita volver a ver a mi padre, sentado al fondo de la cocina, llevando el ritmo con el pie derecho, con sus zapatos Tres Coronas.Sigue en Twitter @cabomarzo

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