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Delito y clases sociales

¿Tiene el delito qué ver con las clases sociales? Es una pregunta...

8 de diciembre de 2016 Por: Medardo Arias Satizábal

¿Tiene el delito qué ver con las clases sociales? Es una pregunta que desde la creación de la familia, la propiedad privada y el Estado, viene acosando con su enigma a la condición humana.En la ‘Sociología criminal’, texto publicado en 1900, el gran pensador italiano Enrico Ferri, cree, con justicia, que el criminal es un salvaje extraviado en nuestra civilización.Ferri logró desglosar la “historia natural del delincuente”, desde una óptica familiar, antropológica, de medio ambiente, y se adentró en la psiquis de quien de pronto comete un crimen atroz.Entre nosotros, tenemos pruebas irrefutables del divorcio del delito con las clases sociales. El hecho punible se da en todos los estratos, asoma su hocico en el barrio popular o en las esferas oligárquicas.El pueblo colombiano se hace cruces hoy por lo que acaba de ocurrir en Bogotá. Saltan al debate, enconado, nombres de colegios y universidades, pomposos apellidos. Pero, ni las familias a las que pertenece el delincuente, ni la Compañía de Jesús, son culpables del acto terrible que acaba de cometer este ciudadano.Hemos olvidado cómo una familia que se llama ‘bien’ en Colombia, o ‘decente’, de pronto ve la manera de captar buena parte de los dineros del Estado, a través del denominado Carrusel de contratos. O cómo dos amigos del curubito de Valledupar deciden, cada uno a su manera, irse contra el Estado de Derecho y hacer sus propios ejércitos para conseguir propósitos con armas y violencia.¿El último criminal de Bogotá es una oveja descarriada, víctima de la droga, un caso típico de bipolaridad a lo Jekyll & Hyde?Es tan grave la indignación de los colombianos que el personaje estuvo a punto de ser linchado, de no ser protegido por un batallón del Esmad. La hiena que aflora con la rabia, hizo que centenares de personas rodearan la clínica donde el criminal fue internado por supuesto desequilibrio mental. Algunos claman “pena de muerte”, y al menos nueve juristas negaron la posibilidad de defenderlo.En la Sociología de la delincuencia la clase social fue tomada durante muchísimas décadas como nicho de comportamientos criminosos, teoría que cambió sustancialmente, al notar que ese impulso que lleva al delito no tiene rótulo social. Teodoro Hernández de Frutos, de la Universidad de Navarra, lo explica así en un trabajo de investigación: “Las bases fundamentales se cimentaron sobre un puñado de teorías que tuvieron su origen en los años cincuenta del pasado siglo y que se extendieron básicamente durante los treinta años siguientes. Pero esta claridad teórica no acabó de encontrar una apoyatura práctica. Cuando se empezaron a poner en tela de juicio los datos de las estadísticas oficiales procedentes de la policía y de los tribunales y en su lugar se echó mano de los autoinformes, los investigadores se dieron de bruces con una realidad insospechada: la extensa delincuencia de cuello blanco no registrada. Ello indujo a pensar que la relación entre clase social y delincuencia era en realidad un mito sostenido sobre los prejuicios de considerar a una clase social como más peligrosa, detenerla más, juzgarla más y condenarla más”. En la teoría de Ferri, “el delincuente es una variedad antropológica con existencia propia, con origen en la degeneración, el retorno atávico o desarrollo insuficiente. La clasificación antropológica los define así: Delincuentes ‘locos’ (afectos de imbecilidad moral, oligofrenia, epilepsia, etcétera), ‘natos’ (los ‘salvajes’), ‘habituales’ (generalmente corrompidos sociales), ‘pasionales’ (temperamentos morales, pero hipersensibles) y ‘ocasionales’ (que llegan a la delincuencia por incentivos externos).La violación y el crimen que acaba de cometer otro ‘chico bien’ de la sociedad colombiana, desbordó los diques jurídicos. Su proceder, no obstante, deberá ser juzgado en los tribunales que para ello existen. No considerar este espacio civilizado, es volver a la porra y el arrastre.Sigue en Twitter @cabomarzo

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