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De gordas y flacas

Se nota que tantos años de mal humor en Colombia, de cuentachistes...

12 de julio de 2012 Por: Medardo Arias Satizábal

Se nota que tantos años de mal humor en Colombia, de cuentachistes chorizos, no lograron rasgar el velo que distingue el buen gusto de la chabacanería. Lo demuestra la polémica en las redes sociales, por una nota de la humorista Alejandra Azcárate.El ideal de belleza universal cambió drásticamente a finales de los 50, con los aportes de las diseñadoras Coco Chanel y Mary Quant. La primera, sintetizó su arte de alta costura, en la figura de modelos esbeltas; la segunda, inventó la minifalda en los 60, y entronizó como ícono de la misma a la Twiggy, una modelo con piernas de garza.El poeta brasileño Vinicius de Moraes amaba a las mujeres delgadas, y así lo consignó en su poema ‘Receta de mujer’: “Que sea leve como un resto de nube: más que sea una nube con ojos y nalgas… Es preciso que las extremidades sean flacas; que unos huesos sobresalgan, especialmente la rótula en el cruzar de piernas, y las puntas pélvicas. Gravísimo es sin embargo el problema de los huesos claviculares: una mujer sin ellos es como un río sin puentes...”.Antes de culminar los 50, el ideal de belleza femenina estaba determinado por la voluptuosidad, por las curvas. Así, actrices como Silvana Mangano, Gina Lollobrigida, Zsa Zsa Gabor, Ava Gardner y Marilyn Monroe, representaban ese mundo donde todavía no calaban las dietas, el sacrificio y la tortura por ser delgadas, la anorexia.En el Siglo XVII, el poeta Francisco de Quevedo, había escrito su oda a la Mujer Flaca: “Y aunque estáis tan angosta flaca mía/ tan estrecha y tan fría/ tan mondada y enjuta y tan delgada/ tan roída, exprimida y destilada/ estrechamente os amaré con brío/ que es amor de raíz el amor mío…”.Pero la apología de la gordura en las artes no es sólo responsabilidad de Rubens y Botero; desde la literatura, muchos le ha cantado a gordos y gordas, y al arte de disfrutar la comida, como ese texto escrito al alimón por Pablo Neruda y Miguel Ángel Asturias, “Comiendo en Hungría…”.Beto Ortiz en su columna del diario Perú 21, dice: “Qué envidia siente uno en las playas de Río de Janeiro, cuando rollizas hembras cariocas, culonas hasta donde no más, exhiben ligerísimos hilos dentales, y bambolean sus tremebundas nalgas… Porque se sienten bellas; es más, se saben bellas. Porque grasa es sabor. Porque no hay hombre que no agradezca tener de dónde agarrar cuando de amores se trata. Yo sí levanto la mano, cuando se pregunta públicamente quién se dejó querer, y quiso, a una gordita. El punto es, sencillamente, dejar a la gente ser feliz, y no joderla tanto con el tema de los kilos y demás. Ya bastante tenemos con soportar la propia vida. Ser más flaco o más gordo no le hacen más feliz a nadie, sino, el hecho de aceptarse tal cual uno es…”.El poeta Rigoberto Paredes, en su “Elogio de la gordura”, dice: “Loada sea la gordura, su grasa llena de gracia, la curva tensa y relumbrante de sus contornos. Dichosos sean los seres de ancho follaje, donde todo el que quiera halle puesto seguro para pasar la noche. Gocen de buena fama esos seres flamantes, exagerados, vivos retratos de la abundancia…”.El bardo mexicano Jaime Sabines, por su parte, va a la contraria: “Eres esbelta como el trigo, frágil como la línea de tu cuerpo. Nunca he amado a una mujer delgada pero tú has enamorado mis manos, ataste mi deseo, cogiste mis ojos como dos peces. Por eso estoy a tu puerta, esperando…”.Y el grupo Jarabe de Palo, loa a la mujer flaca: “En la vida conocí mujer igual a la flaca/ coral negro de La Habana/ tremendísima mulata, cien libras de piel y hueso/ 40 kilos de salsa/ y en la cara dos soles/ que sin palabras hablan… la flaca duerme de día, dice que así el hambre engaña/ cuando cae la noche baja a bailar a la tasca... por un beso de la flaca, yo daría lo que fuera…”.

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