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Cuero na’má

“No sé si recuerdan el cuento de los cangrejos colombianos y japoneses...

31 de octubre de 2013 Por: Medardo Arias Satizábal

“No sé si recuerdan el cuento de los cangrejos colombianos y japoneses en una olla; a los japoneses había que taparlos porque se salían de la olla. A los colombianos no, porque no eran conscientes que estaban en la olla, y cuando uno ya estaba por salir, los otros lo arrastraban hasta el fondo...”, Comentó alguien, a propósito del debate con el científico bonaverense Raúl Cuero. La culpa de este escenario de envidias, acusaciones, rectificaciones, diatribas radiales, quizá la tenga el mismo Cuero, por permitir que medios de comunicación penetraran en su intimidad, en su trabajo, para darle unos tintes que él jamás pidió.Ya lo dije una vez; si García Márquez se hubiera quedado en Colombia, seguramente no calificaría hoy para ser invitado al festival Erotismo y Palabra, en Quimbaya, Quindío. Hace bien Llinás en quedarse en Nueva York y en hablar poco de lo que hace o de lo que el mundo científico le reconoce. Como hizo bien Patarroyo al irse del país, cansado del maltrato de sus pares. En otro tiempo, fue Isaacs el que aborreció a sus paisanos y se desterró, agobiado por la inquina y las deudas; también Mutis decidió fincar su residencia en México y venía poco al país donde pesaba más su estada en la cárcel mexicana de Lecumberry, que la altísima factura de su poesía.De esos exilios notables, recuerdo también el de Jesús María Vargas Vila, quien hastiado de la ignorancia ambiente y de la incomprensión de una sociedad pacata e inquisidora, tomó un barco a Europa y lanzó por la borda sus zapatos. Dijo que no quería llevarse ni el polvo de su país. Durante el gobierno de Andrés Pastrana quisieron repatriar su cadáver, pero la familia se opuso. Vargas Vila descansa bien en el cementerio de Montjuic, en una colina que mira al Mediterráneo.Botero hizo su carrera pictórica fuera del país. En Nueva York y en Europa. Está casado con una escultora griega, trabaja en su taller de Pietrasanta y no se deja ver mucho en la escena social nacional. Otros tres grandes escritores optaron por el exilio. Barba Jacob erró por medio mundo y le hizo honor a esa sentencia de Borges en su cuento ‘Ulrika’, en el cual dejó entrever que ser colombiano quizá sea una ficción. Los intelectuales bogotanos no le perdonaron a José Asunción Silva que hubiera visto las luces de París. Al volver, lo llamaron “José Presunción Silva”. En México vive también, desde hace tiempo, Fernando Vallejo.No le ha hecho bien al científico Cuero este manoseo reciente de sus paisanos. Quizá recuerda ahora cuando era feliz y trabajaba en sus proyectos financiados por la Nasa, por las universidades más prestigiosas de Estados Unidos y Europa. Su trabajo es puesto en tela de juicio, porque -así lo creen algunos- no ha sabido guardar el recato y discreción que exige la comunidad científica. Un inventor, un creador, no es propiamente una vedette que ame la luz de los reflectores, los aplausos fáciles, los titulares. Él lo permitió, al aceptar la publicación de libros con títulos rimbombantes, como ‘De Buenaventura a la Nasa’, y cosas así.No cabe duda que se trata de un colombiano ejemplar, puesto ahora en la picota pública por un artículo que echa sombras sobre su trabajo y da motivos a la vociferación irresponsable de la canalla. El Doctor Raúl Cuero Phd., cayó en la trampa de la adulación; ya en breve, seguramente, veríamos ‘Así vive Raúl Cuero’; fotos de su casa, el gato, la cafetera. Permitió que lo tocara la farándula y se adelantó en el anuncio de inventos que tienen patente en trámite, lo cual no los demerita.Finalmente, si me lo preguntan, prefiero para Colombia menos Bernales y más Cueros.

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