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Cuando la prensa miente

En la primavera y el verano de 1924 los lectores del ‘New...

12 de junio de 2014 Por: Medardo Arias Satizábal

En la primavera y el verano de 1924 los lectores del ‘New York Herald Tribune’ podían aceptarse como los más felices de los Estados Unidos. Diariamente, el periodista Sanford Jarell llevaba a sus casas unas historias de una belleza demente, sucesos que transcurrían en un barco fondeado en el Pacífico, donde un excéntrico, al estilo del Gran Gatsby, daba unas fiestas orgiásticas a las que no faltaban reconocidas vedettes del jet-set neoyorquino, hombres de empresa, políticos. La serie de informes tuvo en ascuas a los lectores por una larga temporada, hasta que el autor de las crónicas reveló que todo era una invención, después que guardacostas rastrearan varias millas adentro tratando de encontrar el Yate Encantado, sin ningún resultado. Pero, las mentiras de la prensa, las mismas que tienen sumidos hoy a los grandes medios en un pantano ético difícil de disimular, son anteriores aquí a los delirios de Jarell y por supuesto llegan hasta nuestro días con el reportero argentino Jorge Zicollini, “enviado especial a Iraq” por la revista TXT. Zicollini escribió unos artículos “sesudos y profundos”, con un despliegue de recursos magistrales, desde Bagdad. Zicollini, quien además mostraba en sus textos el acervo de quien conoce “el mundo árabe antiguo”, jamás salió de Buenos Aires. Uno de los golpes mayores a esa credibilidad que persiguen los medios de más prestigio, lo recibió el New York Times. Fue el 1 de mayo de 2003, cuando el periodista Jayson Blair presentó renuncia, después de admitir que buena parte de los casi 600 artículos que escribió para este diario, eran “puras invenciones”. Este periódico tiene una historia de 163 años y por su sala de redacción han pasado algunos de los más respetados reporteros y escritores del mundo. El daño ético se tradujo en el corte inmediato de miles de suscripciones; muchos lectores se sintieron “asaltados” en su buena fe. Blair había sido ascendido de manera vertiginosa, para sorpresa de otros jóvenes colegas que observaban múltiples errores y situaciones equívocas en sus textos. Venía de hacer una brillante pasantía en el ‘Boston Globe’ y sus editores lo respetaban, pues lo consideraban ávido, curioso, meticuloso en sus “investigaciones”. Blair, de 27 años, tuvo como herramientas fundamentales de su farsa periodística, dos ayudas: su teléfono móvil y un procesador portátil, a través de los cuales fingía comunicarse desde Maryland o Texas, sin moverse de Nueva York. La inconsistencia más notable de su trabajo, se notó cuando escribió acerca de una supuesta visita al “rancho” de la familia de Jessica Lynch, la soldado que fuera prisionera en Iraq. Blair dijo en su crónica que “desde los ventanales de la casa de la familia Lynch, podían contemplarse vastos campos de tabaco y praderas con ganado…” Los Lynch son una típica familia de clase media americana y jamás han sido tabacaleros. La única leche de su despensa, viene del supermercado. Uno de los más famosos embustes periodísticos de los Estados Unidos, se inscribió en el terreno de la radio, cuando el actor Orson Welles, protagonista de la película “Ciudadano Kane”, anunció con voz portentosa que la nación estaba siendo invadida por extraterrestres, en la noche del domingo 30 de octubre de 1938. La noticia, a través de la ‘Columbia Broadcasting System’, generó pánico colectivo y movimiento de tropas... El Instituto Internacional de Prensa, entidad que agrupa a más de cien naciones, manifiesta que “el gobierno no puede legitimar la coacción a los periodistas”.

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