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Asuntos de honor

En un país donde el concepto de “honor” tiende a desaparecer, ha...

4 de diciembre de 2014 Por: Medardo Arias Satizábal

En un país donde el concepto de “honor” tiende a desaparecer, ha caído como balde de agua fría la petición de baja del general Rubén Darío Alzate, quien explicó de manera sencilla por qué fue al Chocó sin uniforme y sin una avanzada de seguridad.El compromiso de muchos militares patriotas con el pueblo colombiano, es real. En alguna ocasión fui invitado por el Ejército, en calidad de reportero, a jornadas cívico militar en las montañas del Cauca. Con la distribución de víveres básicos en la población, se realizan también acciones médicas, vacunación, socialización.De manera gratuita se cuentan por decenas los médicos del suroccidente colombiano que acompañan al Ejército en estas tareas donde muchas veces, en precarias circunstancias, deben practicar cirugías. Ello sin contar las campañas civiles emprendidas desde el Aeroclub del Pacífico con la denominada Patrulla Aérea, fundada por Carlos Llano Cadavid.El Chocó, por sus condiciones socioeconómicas, geográficas, climáticas, con el baldón de un secular abandono estatal, es una región que despierta la sensibilidad de humanistas, militares, organizaciones de ayuda internacional.No le fue solicitado el retiro al general Alzate. Él, de manera personal, consideró que su actuación empañó el honor militar, y pidió la baja. ¿Pero qué es eso del honor?, se preguntarán algunos. Según la RAE, la definición está contenida en estos términos: “Cualidad moral que lleva al cumplimiento de los propios deberes respecto del prójimo y de uno mismo. Gloria o buena reputación que sigue a la virtud, al mérito o a las acciones heroicas, la cual trasciende a las familias, personas y acciones mismas de quien se la granjea”.Y, en lo que respecta a las mujeres: “Honestidad y recato, buena opinión que se granjean con estas virtudes”.En otros tiempos, “honor” fue también, el usufructo de las rentas de alguna villa o castillo realengos, concedido por el rey a un caballero.Así, pues, en épocas de bárbaras naciones, el honor, el valor y la dignidad fueron sellos de personalidad apreciados en grado sumo. Hoy, estas virtudes dicen poco a quienes sólo ponderan el dinero y una conducta artera y ventajosa, por encima de todas las cosas.Es por lo anterior que el general Alzate acaba de poner a la república en el Siglo XIX con unas razones de dimisión que muchos no entienden, aunque, tengo la certeza, sumamos millones los colombianos que creemos en sus palabras, aunque se trate hoy de enlodar su hoja de vida en el Ejército.Honor puede ser también ese ojo vigilante que persigue a la raza humana, para impedir que se claudique delante de un afán perfectible. En el Japón existe un concepto granítico del honor, el mismo que lleva a políticos corruptos a suicidarse. Es tanta la pena, la vergüenza por el honor mancillado, que un japonés puede llegar a esa misma ceremonia de muerte que apagó los ojos del escritor Yukio Mishima: el ‘Sappuku’, la introducción lenta de un sable por el ombligo.Honor fue la guerra empecinada que envolvió al general Douglas Mac Arthur en el Pacífico Sur, en contra de las directrices de Washington que lo conminaban a saltar pronto de esa paila hirviente. En determinado momento, Mac Arthur hizo su propia guerra en Filipinas, y cuando tuvo que salir de esos bosques de palmeras, con la pipa chamuscada, pronunció su ya célebre e histórica frase: “Salí de Bataan, pero volveré”, el 20 de marzo de 1942.Como fue asunto de honor, la actitud del soldado Hiroo Onoda, del Ejército japonés, quien jamás se rindió, no obstante la alocución del emperador Hirohito el 15 de agosto de 1945. Onoda se entregó en 1974 en Filipinas, envejecido, y armado para el combate. Para el resto del mundo, se trataba de un loco. Sólo él sabía lo que significaba “Mattaku kofuku shinai” (No rendirse, en japonés).

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