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100 años de Cantinflas

Cantinflas simbolizó la picardía de los reventados de la vida, de los...

4 de agosto de 2011 Por: Medardo Arias Satizábal

Cantinflas simbolizó la picardía de los reventados de la vida, de los que van por el mundo ganando adeptos, con humor y buena fe, y era sin duda la representación de la inocencia poblana de un México que se aprestaba a entrar de lleno en la era industrial. Si algún personaje marcó la cultura latinoamericana en el cine, después de los años 30, este fue Mario Moreno, Cantinflas, el cómico mexicano nacido un 12 de agosto de 1911, en la Colonia Morelos de Ciudad de México, más concretamente en el popular barrio Tepito, desde donde se proyectó al mundo.El genial cómico inglés Charles Spencer Chaplin reconoció alguna vez que Cantinflas era uno de los “más grandes comediantes del mundo”, después de ver su película ‘Ni sangre, ni arena’ (1941), en la cual se enfrentó a un toro de lidia, con la gracia y la agilidad de un torero bufo.Fue uno de los doce hijos de Pedro Moreno y Soledad Guízar Reyes; decidió hacerse comediante en las carpas de circo que abundaban a inicios de los 30 en México. Actuó en las carpas Ofelia, Sotelo y Valentina, y uno de sus primeros papeles fue el de un músico negro que bailaba Fox y Charleston. A la manera de Al Jolson, quien protagonizó la película ‘El cantante de jazz’ (1927), Cantinflas se embetunaba la cara para salir al escenario.En la carpa conoció a quien sería su esposa, Valentina Gregorieva Ivanova, hija de un emigrante ruso que llegó a México huyendo la revolución bolchevique. Su éxito empezó con ‘Ahí está el detalle’; Cantinflas se presentó como un “peladito”, como el hombre humilde de calzones rotos, los mismos que se bamboleaban más abajo de la cintura, una camiseta de algodón raída, de manga larga, un sombrerillo algo cómico, y un bigote que era apenas como pimienta salpicada a ambos lados de la boca. Hablaba en una jerga propia del pueblo mexicano, y su papel quería representar a los iletrados, a los analfabetos que sin embargo pugnaban en medio de un medio hostil, con inocencia y buena fe, hasta salirse con la suya. En cada una de sus películas, ‘Sube y baja’, ‘El Bombero Atómico’, ‘El padrecito’, ‘El Barrendero’, ‘Un Quijote sin mancha’, ‘Dios se lo pague’, Cantinflas quiso simbolizar a ese hombre del campo, sencillo, lleno de buenas intenciones, atrapado en urbes desalmadas, donde valores como amor, fraternidad, solidaridad, dignidad, lealtad, empezaban a perderse en manos de proxenetas, propietarios de conventillos, rábulas, políticos inescrupulosos, olvido y desinterés social, ausencia de compasión.El verbo ‘Cantinflear’ hace parte ya del diccionario de la Real Academia Española, y traduce, “querer decir muchas cosas, sin decir nada, enredar con una retórica vacua, barata”. Cantinflas posaba como un enredador, una especie de mago de las palabras, y lograba convencer, desde esa posición, a los más cultos, a los letrados, a los abogados que de pronto se liaban con él en alguna disputa.Quizá él mismo jamás creyó que llegaría tan lejos; él, que se había iniciado como ‘El Chato Moreno’, un boxeador humilde, de pegada tremenda -fue entrenado por un campeón de peso ligero- y en sus inicios, antes de querer ser agrónomo o médico, se vio como un pugilista. Tuvo algunos imitadores en el cine, actores que ponderaron el baile por encima de la comedia y que también despertaron risas; ‘Tin Tan’, Resortes, Viruta y Capulina. Sólo que Cantinflas fue único; en ‘El bolero de Raquel’ demostró cómo se bailaba en los saraos del México profundo. Era un eximio bailador de Mambo y danzón. Se recuerda hasta hoy su ejecución delirante del danzón “Almendra”.

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