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Salarios, monopolios y desempleo

Cuando el desempleo disminuye, y hay más empresas buscando trabajadores que personas queriendo emplearse, los salarios deben subir.

28 de octubre de 2018 Por: Mauricio Cabrera Galvis

Cuando el desempleo disminuye, y hay más empresas buscando trabajadores que personas queriendo emplearse, los salarios deben subir. Al menos eso dice la teoría económica ortodoxa que considera al trabajo como una mercancía cuyo precio (el salario) está determinado por la ley de la oferta y la demanda. Pero la realidad es terca y no siempre le hace caso a la teoría.

En Estados Unidos no se está cumpliendo lo que dice la teoría, a pesar de ser uno de los países con mayor libertad y flexibilidad en el mercado laboral. En efecto, allá la tasa de desempleo ha caído por debajo del 4 %, cifra que está cerca de los mínimos históricos y del nivel que para efectos prácticos se considera como de pleno empleo, pero los salarios están estancados y no han crecido en los dos últimos años.

En medio de la campaña electoral, Trump y los conservadores tratan de sacar pecho diciendo que en el último año los salarios han aumentado un 2,8 %, y que este es el mayor crecimiento desde el 2009. En este caso no dicen mentiras, pero se les olvida mencionar que este es solo el crecimiento nominal de los salarios. Como la inflación en el mismo período fue del 2,7 %, es claro que en el gobierno de Trump los salarios reales no han subido mientras que en los últimos años de Obama los salarios reales crecieron cerca del 2 % anual.

¿Por qué se estanca la remuneración a los trabajadores en una coyuntura de crecimiento económico acelerado y con desempleo cayendo? Un reciente análisis en el NYT (Pulse aquí para leerlo) plantea varias hipótesis para tratar de explicar lo que llama un misterio económico.

La más relevante es el impacto de la creciente desigualdad y la menor capacidad negociadora de los trabajadores por la disminución de la competencia en el mercado laboral. Lo que determina los salarios no es la cantidad de desempleados buscando trabajo, ni la cantidad de puestos de trabajo que estén ofreciendo las empresas, sino el poder de negociación que tengan estos actores.

En Estados Unidos está bien documentada y analizada la correlación negativa que existe entre el crecimiento de los salarios con el aumento del poder de negociación de los empleadores y la disminución del de los trabajadores. No es un problema de oferta y demanda sino de correlación de fuerzas y pugna distributiva como la llamaba Prebisch.

Los empleadores son ahora más fuertes porque cada vez son menos debido al intenso proceso de fusiones y adquisiciones que va concentrando los mercados en manos de unas pocas pero gigantescas corporaciones multinacionales, de manera que cada vez son menos las empresas que ofrecen empleo. También a nivel local: estudios recientes muestran que en más del 90 % de los mercados regionales de trabajo en ese país el grado de concentración de la oferta de trabajo es alto o muy alto.

Por el contrario, los trabajadores son ahora más débiles en las negociaciones salariales porque cada vez son más pero menos unidos. Su principal instrumento de negociación, que eran los sindicatos, se ha ido debilitando por la disminución de los afiliados y las prácticas restrictivas que desestimulan las afiliaciones. El empleado individual tiene muy poca capacidad de negociación.

La teoría económica también dice que en mercados con monopolios y baja competencia, se requiere la intervención del Estado para nivelar el campo de juego.

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