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La economía de la hoja de coca

La triste realidad es que mientras los campesinos sigan como el jibarito del Lamento Borincano y no tengan alternativa diferente a la hoja de coca, seguirán sembrándola a pesar de amenazas y fumigaciones

1 de julio de 2018 Por: Mauricio Cabrera Galvis

El aumento de los cultivos de coca en el país es un hecho indiscutible; todos los sistemas de medición indican que el área sembrada de hoja de coca se ha duplicado en los últimos años. Lo que es discutible son las explicaciones que se dan a este hecho y, por lo tanto las soluciones que se proponen.

La interpretación política atribuye las mayores siembras de coca a que, como consecuencia del Acuerdo de Paz, el gobierno bajo la guardia, suspendió las fumigaciones con glifosato y dio incentivos con la promesa de sustitución voluntaria. Los gringos apoyan están interpretación porque para ellos es el aumento de la oferta de cocaína lo que induce a sus inocentes ciudadanos a consumir más; por lo tanto, el remedio es mayor represión a los productores con glifosato incluido.

Sin embargo las autoridades nacionales y extranjeras deberían recordar que con medidas policiales y de represión es muy difícil trasgredir las leyes económicas, en particular la de la oferta y la demanda, y que son factores económicos los que están generando el aumento de la producción de coca. El repaso de algunos principios básicos de la teoría económica ayuda a entender la dinámica del mercado de la cocaína.

El primero, muy keynesiano, es que se trata de un mercado determinado por la demanda: mientras haya consumidores adictos dispuestos a comprar estupefacientes, incluso a precios altos, habrá productores que se los suministren. No hay barreras arancelarias ni controles aduaneros que disminuyan la demanda.

Si se controla una cadena de producción en un país, aparecerá en otra región; si se elimina un cartel de narcotraficantes, será sustituido por otro más sofisticado y violento. Incluso, si se logra controlar la oferta de una droga, será sustituida por otra, tal como está pasando en los Estados Unidos donde hoy la metanfetaminas y los opioides son drogas más consumidas y más peligrosas que la cocaína y la heroína; además, según el último informe de la DEA, los abusos de medicamentos controlados causan más muertes que la de todas las otros estupefacientes juntos.

El segundo principio económico es que la oferta de un producto depende de su precio: entre más alto sea el precio de la hoja de coca, habrá más campesinos dispuestos a cultivarla. Es exactamente lo que ha pasado en Colombia en los últimos años, con la devaluación del peso el precio del kilo de hoja de coca pasó de $2150 a $3000 y ante tal estímulo es lógico que se incremente el área sembrada.

Como el aumento del precio al productor ha sido en moneda local y no en dólares, el consumidor norteamericano no ha visto un incremento del precio de la droga, y los datos fragmentarios que se tienen del mercado al detal muestran que los precios de la cocaína en las calles de las ciudades gringas están hoy en los mismos niveles que en el 2012 cuando el área cultivada cayó a sus mínimos históricos.

Finalmente, la teoría económica enseña que la oferta de un producto depende también de si existen o no productos sustitutos que sean más rentables, o que por lo menos tengan canales de transporte y comercialización que permitan su venta. La triste realidad es que mientras los campesinos sigan como el jibarito del Lamento Borincano y no tengan alternativa diferente a la hoja de coca, seguirán sembrándola a pesar de amenazas y fumigaciones.

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