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‘Estanflación’

Esta fea palabreja -mezcla de estancamiento e inflación- fue inventada a finales...

1 de mayo de 2016 Por: Mauricio Cabrera Galvis

Esta fea palabreja -mezcla de estancamiento e inflación- fue inventada a finales de los años 60 del siglo pasado para describir la crisis de la economía norteamericana que, debido a la disparada de los precios del petróleo, enfrentaba un aumento del desempleo y un freno al crecimiento económico al mismo tiempo que una inflación cercana al 15% anual.La salida en ese momento fue una política monetaria súper restrictiva que subió la tasa de interés hasta el 20%; así se frenó la demanda y se contuvo el alza de los precios, pero se llevó al país a la recesión, porque la inflación no era causada por excesos de demanda sino por aumento de los costos. La economía volvió a crecer en los 80 con las políticas keynesianas de Reagan y la baja de las tasas de interés.En Colombia tenemos hoy claros síntomas de ‘estanflación’, aunque en magnitudes más moderadas que las de EE.UU. en ese momento. La inflación se acerca al 8%, a la vez que aumenta el desempleo -en marzo llegó a 10,1% frente a 8,9% del año pasado- y se reducen los pronósticos del crecimiento del PIB para esta año a solo 2,5%.Es evidente que el aumento de la inflación no se debe a excesos de demanda sino a factores de oferta como la escasez de alimentos por el fenómeno de El Niño y la transmisión de la devaluación a los precios de los bienes importados. Además se trata de factores transitorios y temporales que deben desaparecer en unos meses.Por el contrario el mayor desempleo y el menor crecimiento si se deben a la debilidad de los componentes de la demanda (consumo e inversión), afectada por la pérdida de ingresos petroleros y la situación de la economía mundial -en particular de nuestros vecinos latinoamericanos- que no ha permitido una rápida expansión de las exportaciones a pesar de la mejor tasa de cambio.Las perspectivas del crecimiento son aún más sombrías por causa del incremento del déficit fiscal que exige una reducción del gasto y la inversión pública y hace inevitable una reforma tributaria que aumente el recaudo. Por más inteligente que se quiera hacer la austeridad, su impacto macro es contraccionista porque la combinación de menor gasto público y mayores impuestos frena el crecimiento.En este contexto el la Junta del Banco de la República enfrenta un difícil dilema: dejar que los precios se estabilicen y la inflación baje poco a poco a medida que vuelva la normalidad a las cosechas agrícolas y termine el impacto de la devaluación, o subir sus tasas de interés para desincentivar el consumo y la inversión, es decir enfriar la demanda, y así bajar los precios a costa de un menor crecimiento y mayor desempleo.Según el comunicado de prensa de su última reunión, la Junta es consciente de los factores que están frenando el crecimiento, y por eso espera que este año sea solo de 2,5%; además reconoce que el aumento de la inflación se debe a los choques temporales de El Niño y la devaluación. Sobre el desempleo no se pronuncia.Sin embargo decidió optar por la primera alternativa y subir de un golpe 50 pb la tasa de interés hasta llevarla al 7%, con lo cual reafirma que su objetivo primordial es la estabilidad de los precios por encima de cualquier otra consideración, con base en la hipótesis de que así va a moderar las expectativas de inflación del mercado. El resultado no puede ser otro que agudizar la ‘estanflación’.

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