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2.670 vidas humanas

¿Cuánto vale la vida de 2.670 personas? ¿Qué se justifica hacer para evitar que esa cantidad de hombres, mujeres o niños mueran en un combate, en una emboscada o en un bombardeo, o por pisar una mina? ¿Qué seríamos capaces de dar si una de esas 2.670 personas que se salvaron fuera un familiar o un amigo?

6 de mayo de 2017 Por: Mauricio Cabrera Galvis

¿Cuánto vale la vida de 2.670 personas? ¿Qué se justifica hacer para evitar que esa cantidad de hombres, mujeres o niños mueran en un combate, en una emboscada o en un bombardeo, o por pisar una mina? ¿Qué seríamos capaces de dar si una de esas 2.670 personas que se salvaron fuera un familiar o un amigo?

La pregunta no es retórica pues según el último Monitor del cese al fuego bilateral que mensualmente publica el Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos (Cerac) “en lo corrido del proceso de paz han dejado de perderse por lo menos 2.670 vidas de personas en acciones directas del conflicto armado con las Farc”.

Para quienes ven la guerra en la televisión desde la seguridad de su casa citadina, 2670 muertos menos no es más que una de las tantas estadísticas que publican los periódicos y tal vez les importe más la inflación del último año o cuantos goles ha marcado Messi; por eso algunos no valoran lo que significa el fin del conflicto y otros están empeñados en revocar el Acuerdo de Paz y que continúe la guerra. Al fin y al cabo los muertos los ponen otros.

Un poema de los compañeros de Pepe Mujica en sus épocas de tupamaro retrata esa ciudadana indiferencia ante la muerte: “Se hablaban tantas cosas cuando moría la gente/ Se llenaban páginas con palabras lindas/ Se decía mártir y héroe como catorce veces/ Se ofrendaban flores y alguna que otra lágrima./ Después/ Se volvía al fútbol, al problema del sueldo,/ al aborto de aquella,/ al mostrador, al cumpleaños, al horario…/ A la tan ciudadana indiferencia”.

Pero para quienes han vivido el conflicto en sus veredas y territorios, para las madres de los soldados que cada día esperan la noticia del hijo que está en el combate, para los que han sentido las bombas o los tatucos explotar a pocos metros, para los que han tenido que huir de sus hogares después del asesinato del padre o el hermano, para todos ellos cada muerto menos es una victoria, cada vida que no se pierde una alegría que no tiene precio. Por eso, ellos si celebran y apoyan el proceso de Paz.

El informe del Cerac trae otras noticias muy positivas de lo que ha pasado durante los ocho meses transcurridos desde el inicio del cese de hostilidades: “El cumplimiento del cese del fuego ha sido casi completo, en tanto que la prohibición de entrar intencionalmente en contacto armado o realizar operaciones ofensivas no ha sido violada ni por las Farc ni por la Fuerza Pública”. (…) “La presencia de la gran mayoría de los miembros armados de las Farc en las Zonas Veredales Transitorias de Normalización y el cumplimiento del cese el fuego han reducido sustancialmente los riesgos de confrontación hasta el punto que la probabilidad de ruptura del cese el fuego y de retorno al conflicto armado es casi inexistente”.

Es extraño que a pesar de estos avances comprobados en el proceso de Paz, según las encuestas este creciendo el pesimismo respecto de la implementación de los acuerdos con las Farc, a punto tal que el 65% de los encuestados piensa que la guerrilla no cumplirá los acuerdos, cuando hasta ahora los ha cumplido. Puede ser por estar en la era de la posverdad donde los hechos no modifican las creencias ni quitan los prejuicios, o porque las encuestas se hacen en las ciudades y no entre las personas cercana a las 2.670 vidas que se han salvado.

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