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Villancicos para el alma

En mis improvisados recitales mañaneros que han sido mi modesto aporte a soliviar de alguna manera el espíritu de quienes me hacen el honor de escuchar esos 90 segundos diarios de todo tipo de canciones que pergeño en las teclas amarillentas del piano, decidí que me iba a ocupar en este mes de los llamados villancicos.

14 de diciembre de 2020 Por: Mario Fernando Prado

En mis improvisados recitales mañaneros que han sido mi modesto aporte a soliviar de alguna manera el espíritu de quienes me hacen el honor de escuchar esos 90 segundos diarios de todo tipo de canciones que pergeño en las teclas amarillentas del piano, decidí que me iba a ocupar en este mes de los llamados villancicos.

Fue así como desde el primero de este último mes del año arranqué con ‘Diciembre mes de alegría’, canción con la cual nos anuncia al piano el inicio de la Navidad mi queridísima mamá Lila Torres de Chaux Mosquera y he seguido en esta línea interpretativa de villancicos de esa ya lejana niñez cada vez más esquiva a mis recuerdos.

Llevo hasta hoy 15 de estas melodías, faltándome tan solo diez para llegar al 25 de diciembre, y la verdad ha sido una experiencia muy grata que además ha tenido un inusitado buen recibo por parte de quienes atrevidamente despierto a tempranas horas de la madrugada desde hace ya 250 ininterrumpidos días.

Repasando las letras de estos villancicos me he encontrado con relatos a veces un tanto cursilones que cantábamos en épocas de inocencia que sin embargo, nos golpean el corazón y nos trasladan a ese mundo de ensueño que vivimos al son de ‘La Nanita Nana’, el ‘Antón Tiruriruliro’, ‘Los peces en el río’ o ‘Vamos pastores vamos’.

Letras como “Yo soy Vicentico que vengo a cantar, al niño que llora y hacerlo callar”, “Los pastores de Belén vienen a adorar al niño, la Virgen y San José lo reciben con cariño”, están metidos en nuestro disco duro.
¿Y qué diablos era eso de ‘Tutaina Tuturumaina’? Nunca lo supe ni lo quiero saber.

Podría decirse que los cánticos navideños son en extremo simples y hasta pendejos que en nada se parecen a los boleros henchidos de amor y pletóricos de pasión o a los tangos desgarradores y suicidas o las machistas y estentóreas rancheras o a los cándidos e inocentes pasillos y bambucos que le cantan a los ideales de los amores imposibles.

Pero eso sí, qué distintos -a Dios gracias- a esos reguetones irreverentes, soeces y corrompidos que insultan por igual la música y el idioma y ciertos e inciertos narcovallenatos de nuevo cuño que huelen a pecado, marimba y borrachera.

Y me voy a los ‘villancicos’ gringos de la ‘Blanca navidad’, ‘Jingle bells’, ‘Santa Claus is coming to town’ o ‘We wish you a Merry Christmas’ en donde encontramos también no sólo unas melodías exquisitas, sino también unas letras que nos hablan de cosas muy distintas a la realidad de esta vida en la que estamos sobreviviendo...

Y termino ya con las canciones universales de esta época, ojalá de paz y armonía, como ‘Stillen nacht’ en su idioma vernáculo, el ‘Adeste fidelis’, el ‘Tamborilero’ y permítanme un homenaje final para ese ‘Alabao’ chocoano hermosísimo intitulado ‘Velo que bonito’ y ese bambuco al que llamó su compositora Graciela Arango de Tobón, ‘Nochebuena’.

***

PD. La Ivermectina cuesta en La Rebaja 15 mil pesitos y la misma dosis en New York, 90 dólares o sea 300 mil pesitos mal contados.
¿Entienden por dónde es que le entra el agua al coco?

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