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Un oasis en el dial

Estamos hasta la coronilla de las frecuencias proclives a los vallenatos que suenan y resuenan las 24 horas sin ninguna creatividad y sazonadas con aullidos gatunos.

22 de octubre de 2018 Por: Mario Fernando Prado

Las emisoras musicales de Cali, bien sean de AM o de FM y salvo honrosas excepciones, son desesperantes y exasperantes y máxime ahora en que las canciones vienen encapsuladas y se retransmiten sin criterio alguno por unos programadores que creen que su mal gusto vale la pena compartirlo con sus fugaces oyentes que migran despavoridos a otras emisoras en donde encuentran más de lo mismo.

Estamos hasta la coronilla de las frecuencias proclives a los vallenatos que suenan y resuenan las 24 horas sin ninguna creatividad y sazonadas con aullidos gatunos. De la salsa inconsútil que ponen a sonar sin hilación alguna. De las reguetoneras perfectamente desarticuladas que, además de no decir nada y ser monocordes, constituyen una ofensa para los oídos pues suenan como los discos rayados de antes. De las de un rock trasnochado y pobretón que mezcla lo antiguo con lo moderno en un ‘desenhuese’ explicable solo porque tienen que llenar los espacios a como dé lugar. Y no quiero referirme a las que se ‘lucen’ con la música de plancha que rescatan de la basura del reciente ayer, supuestos hits que jamás existieron y que tratan de reencauchar para un público sordo.
Capítulo aparte merecen las que se ocupan de boleros que nadie conoce, rancheras y música guasca y de carrilera pésimamente seleccionada.

Menos mal que existe una emisora que anda por los cuarenta calendarios y que es un oasis para quienes no soportamos la ramplonería de los que se creen dueños de la audiencia y están perfectamente equivocados.

Me refiero a la Hjsa, más conocida como la Emisora Carvajal, ubicada en la frecuencia 88.5 FM que transmitió en sus comienzos solo música clásica destinada a la “inmensa minoría” como decía Álvaro Castaño Castillo de su emisora homóloga Hjck de Bogotá, que desafortunadamente salió del dial hace varios meses o años, qué se yo.

Y es que la 88.5 y a petición de sus oyentes, ha ido mezclando la mal llamada música culta con otras expresiones como el jazz, el rock, los tangos, los boleros y hasta las rancheras y demás, pero con una altura y un buen gusto que le ha significado recoger miles de oyentes aquí y en Cafarnaún porque también está en las redes sociales.

La 88.5 es ya de obligada sintonía porque uno se encuentra con Mozart y con Pedro Vargas, con Monserrat Cavalier y con Carlos Gardel, con Plácido Domingo y con Daniel Santos, con la Sinfónica de Berlín y con la Sonora Matancera.

Quien logró hacer este contubernio no podía ser otra que Amparo Sinisterra de Carvajal, profunda en lo clásico y en lo popular, con un grupo de programadores como Álvaro Gartner, Fulvio González y Óscar Jaime Cardozo Estrada, entre otros, quienes consiguieron pegar donde era en una labor didáctica y culturizante para todos los gustos, edades y condiciones sociales.

Bien merecen los lectores asomarse a escuchar y a fidelizarse con esta propuesta tan original como única y deleitar el oído y los sentidos con la música de todos los tiempos y para todos los estados de ánimo.

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P.D.:
Dejo para después la corrupción que se genera con la ‘Payola’ que es el dinero por debajo de la mesa que se les entrega a los que ‘colocan los discos’ para impulsar, promover y poner de moda las grabaciones de cualquier compositor o intérprete de quinta categoría.

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