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“Tengo coronavirus”

Un viejo conocido apodado ‘mentira fresca’, que ha vivido del cuento por años, encontró en el coronavirus la mejor de las disculpas para tanquearse

16 de marzo de 2020 Por: Mario Fernando Prado

Un viejo conocido apodado ‘mentira fresca’, que ha vivido del cuento por años, encontró en el coronavirus la mejor de las disculpas para tanquearse, quedarle mal a todo el mundo y hacer siempre lo que le ha dado la gana.

Lo primero es que envió un dramático correo diciendo que había contraído el coronavirus y que estaba llevado del diablo. Que por esa razón iba a visitar a sus amigos para pedirles una contribución para someterse a un aislamiento cuarentenal en una finca de El Queremal y que para ello requería hacer unas compritas, aceptando dinero en efectivo o donaciones en especie, entre ellas un televisor y un microondas y que si no lo querían recibir, le consignaran la ayuda en la cuenta corriente tal del banco tal.

Al parecer han caído algunas de sus compañeras de la universidad quienes apesadumbradas, le han girado un billete largo y ya envió por dos televisores y un ventilador que le obsequiaron. Sé también que están organizando una cadena de oración y una mercaton para abastecerlo en su confinamiento voluntario, así como varios libros entre ellos Los Susurros de Kiko Becerra y las obras completas de Hernán Hoyos.

Recursivo que es, se presentó al banco en donde tiene un sobregiro de meses para, constancia en mano (!), pedir una prórroga hasta que se recupere. Congeló unas letras de cambio que había firmado para pagar el pichirilo y un viajecito a San Andrés y no tuvo el menor empacho de presentarse ante la Dian, tapaboca en boca y con una intimidante tos seca implorando que le dieran otro plazo más de los muchos que le han otorgado, para pagar Ivas y retenciones de un negocito que tiene con una hermana solterona que está engrampada hasta los tuétanos con las irresponsabilidades de semejante pariente.

La finca donde se va a autoconfinar -según él- es un rancho a borde de carretera, única herencia que le quedó de su padrastro, un borrachín que lo metió en el trago y en el juego, en la pólvora y las mujeres y que al final quedó arrastrando un bollo con una cabuya. Tiene agua y energía robadas de un predio vecino y su parte trasera amenaza ruina.

La actitud de este personaje, que estoy seguro leerá esta nota, es no solo dolosa sino también irresponsable, cínica y burletera frente a una situación de máximo peligro universal y mal hacen quienes le están alcahueteando semejante engaño.

Que muestre los exámenes y que deje esa actitud de enfermo terminal, la misma que asumió cuando se fue a Popayán hace 20 años y tumbó a más de uno(a) mostrándoles unos exámenes ficticios, en los que se decía que era VIH positivo y que si no se aplicaba unas inyecciones costosísimas se iba a morir. Y véanlo ahora, años después dizque con coronavirus. ¿Qué otra enfermedad se irá inventar cuando se mejore de lo que nunca tuvo?

***

Posdata:
me insisten los boquisabrosos de la Carretera al Mar con otros restaurantes como el Parador Campestre del 18 de Jaime Ochoa -de los primeros que hubo- El Mechero de Miriam Hung con sus afamados chorizos nomeolvides, Caracolas de Jaime Arístides Álvarez Castaño, hoy El Panero, y por los lados del kilómetro 24, Yerbolini de Carlos y Violeta Yerbolini que lleva cerrado años -todos ellos desaparecidos- y el Rancho del Mecato de Maximiliano Galindez. Y por los lados de Dapa: Niebla del Riachuelo, La Casona, Donde Checha y punto final.

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