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Sacándole la leche al contribuyente

El año que viene va a ser negro -y no por racista ni mucho menos- sino porque los oscuros nubarrones que se avistan a todo lo largo y ancho de nuestro territorio.

23 de noviembre de 2020 Por: Mario Fernando Prado

El año que viene va a ser negro -y no por racista ni mucho menos- sino porque los oscuros nubarrones que se avistan a todo lo largo y ancho de nuestro territorio presagian una tormenta sin antecedentes en nuestra economía y por ende en la estructura social y reflejada en la alteración del orden público.

Y no nos metamos más mentiras. A la olla raspada y al endeudamiento que ya está llegando a su punto máximo, aumentémosle los compromisos que va adquiriendo este gobierno para apaciguar las protestas que irán ‘in crescendo’ para desestabilizar el gobierno con miras a las elecciones del 2022 y a los fenómenos naturales que indefectiblemente se nos avecinan.

Así las cosas, el problema de caja que tiene el minCarrasquilla le va a obligar a echarle mano a lo que sea con tal de no llegar a tener las arcas vacías y qué mejor que decretar más y más impuestos e impulsar e imponer una nueva reforma tributaria que arruinará aún más a los contribuyentes y desestimulará la expansión y la creación de nuevas empresas y más fuentes de trabajo.

Vienen entonces y como anillo al dedo, las reflexiones de uno de los más importantes tributaristas de este país, Luis Hernando Franco Murgueitio, quien expresa lo siguiente:

“A amarrarnos el cinturón... ¿pero hasta dónde y hasta cuándo? No hay razón para ir hacia la creación de más impuestos y al incremento de los existentes. En lugar de ello deben buscarse ingresos en la venta de activos estatales improductivos, baja del gasto vía eliminación de prebendas en cargos públicos (vehículos, conductores, escoltas, otros más), reducción del tamaño del Estado (pasar a uno ágil que deje mayor espacio a la iniciativa privada en lugar del omnipresente actual), supresión de contralorías departamentales y municipales, unificación de superintendencias, reducción en remuneración de congresistas, confiscación inmediata de bienes vinculados a corrupción, real ampliación de la base tributaria para incluir a tantos no alcanzados por el radar tributario, guerra verdadera y férrea a la evasión en lugar de medidas exageradas a quienes cumplen sus deberes y tienen errores de mera forma, terminación de instituciones inútiles como defensores del consumidor y muchas más explicadas solo por el clientelismo y la deshonra politiquera. La solución no está en ahogar más al contribuyente”.

Y remata lo anterior con esta propuesta:

“Tenemos todos una tarea importante e inaplazable: hacer ver al Estado la impertinencia e inoportunidad de una nueva reforma tributaria. Las opciones están dadas para toma de medidas administrativas que no necesitan leyes: bastan actuaciones férreas, inmediatas, ajenas a subterfugios y directas.

En circunstancias tan complejas y difíciles como las que vivimos, el Gobierno debe ser acompañado por todos los estamentos y niveles para adoptar las medidas. No caben demoras ni aguas tibias, como tampoco acomodaciones ni oposiciones de grupúsculos políticos.

Debemos hacer pronunciamientos claros, prontos y de muy alto nivel en forma personal y abierta, y exigir que se hagan también a través de los gremios”.

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