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Respeten la luna, ¡carajo!

Hace medio siglo fue usurpada por unos extraterrestre provenientes -vaya paradoja- del planeta Tierra. Hasta allá llegaron con sus disfraces blancos en una nave parecida a un zancudo preñado y lo único que creo...

29 de julio de 2019 Por: Mario Fernando Prado

Hace medio siglo fue usurpada por unos extraterrestre provenientes -vaya paradoja- del planeta Tierra. Hasta allá llegaron con sus disfraces blancos en una nave parecida a un zancudo preñado y lo único que creo que dijo uno de ellos fue que ese había sido un pequeño paso del hombre pero un gran salto de la humanidad o así lo entendí cuando apenas frisaba los 19 abriles.

Pasadas cinco décadas de esa invasión me pregunto para qué diablos sirvió haber ‘conquistado’ la luna fuera de haberle ganado a los rusos esa competencia de egos que por esas calendas estaba al rojo vivo.
Sirvió en cambio para que los románticos, que a Dios gracias aún quedamos en este mundo, sufriéramos un desencanto mayor, cuando al misterio de las lunas menguantes y llenas le metieron tecnologías y trillones de dólares para clavarle una banderilla como si se tratara de un toro al que se debilita para hacer más fácil su sacrificio.

Lógico, la luna no sangró pero estoy seguro que al igual que los millones de sus contemplatarios alguna lágrima derramó inocente, por sus escarpadas montañas.

Así las cosas y luego del alunizaje, esa fuente de inspiración comenzó a perder gracia y ahora tan solo los perros le ladran en las noches de plenilunio. Todo ese misterio que la rodeaba desapareció por completo dejando a la música y a la poesía en una orfandad íngrima y solitaria. Ya nadie le escribe. Ya nadie le canta.

El Claro de Luna de ese si extraterrestre que fue Beethoven, Blue Moon y luego los miles de boleros que le dieron luces a sus melodías han ido desapareciendo de la memoria de los enamorados de este Siglo que se arrunchan en otras temáticas en las que la luna no sirve ya ni para el primer beso ni menos para poner el corazón a millón.

Y claro, todo por culpa de la esquizofrénica carrera espacial que también acabó con aquellas personas que llamábamos lunáticos o que estaban en la luna, ensimismados quien sabe en qué pensamientos o en otras que de acuerdo con las fases de la luna cambiaban de temperamento y hoy se les denominan bipolares.

Canciones como ‘Fulgida Luna del mes de enero/raudal inmenso de eterna luz/a la insensible mujer que quiero/ llévale tiernos mensajes tú’ o ‘La luna se está peinando/en los espejos del río/y un toro la está mirando entre la jara escondido’ o ‘Quiero escaparme con la vieja luna/en el momento en que la noche muere/cuando se asoma la sonrisa blanca en la mañana de mi adversidad’ o ‘Luna lunera cascabelera/ ve y dile a mi amorcito que me quiera/dile que no vivo de tanto padecer/ dile que a mi lado debería volver’ o ‘ Los aretes que le faltan a la luna/los tengo guardados para hacerle un collar/los hallé una mañana en la bruma/cuando caminaba junto al inmenso mar’ o ‘ Voy a pasar mi luna de miel en Puerto Rico / quiero soñar bajo el cielo azul de Puerto Rico’ o ‘Luna roja que saliendo va del Llano/se ve roja porque arde en los pajonales’ o ‘Yo no le canto a la luna/ porque alumbra nada más/le canto porque ella sabe/de mi largo caminar’ y ni para qué sigo, fueron anteriores a ese exabrupto profanador de la virginal luna, la de antes, la de siempre.

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