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“O anda o ando”

PD. Mucho me golpeó la muerte de Margarita Londoño, mi colaboradora durante más de 10 años de Oye Cali en donde a pesar de estar muchas veces en orillas opuestas nunca tuvimos ni un si ni un no. Descanse en paz esta gran amiga

22 de noviembre de 2021 Por: Mario Fernando Prado

El pasado domingo a eso de las 10 de la mañana tomé la vía al mar que estaba como ya es costumbre súper congestionada subiendo y bajando y me tocó hacer una interminable fila india la cual, pasado el retén forestal, se fue descongestionado.

En esas estaba cuando apareció un carrito chino o algo por el estilo, que trató de pasarme a lo que diera lugar y muy orondo me sacó de la vía y siguió adelantando vehículos en zigzag de manera por demás suicida.

Pasada la Curva de Cerezo -que no del Cerezo como suelen llamarla- y en una pequeña recta que hay, pasé al energúmeno conductor quien me blasfemó epítetos impublicables, y al llegar al CAI de El Saladito, detuve mi vehículo, pite y salieron tres policías a ver qué sucedía.

Como exactamente detrás de mí venía el atarbán de marras ese, me bajé y les conté a los agentes del orden lo que me había sucedido a mí y a los conductores de otros vehículos a los que les hizo lo mismo: los sacó de la vía a la brava.

El agresor, aprovechando su corpulencia y sus ojos inyectados de sangre, procedió a vaciarme porque yo había osado hacer que se detuviera y que la ley conociera de sus actos atrabiliarios.

Su argumento fue que el venía a 80 y yo a 60 y que él no podía circular a esa escasa velocidad: “O anda o ando”, me espeto amenazante mientras que los de los otros vehículos lo señalaban como el protagonista de lo que pudo ser un accidente premeditado.

Los policías pidieron los papeles de la víctima y el victimario y oh sorpresa: este último manifestó muy cínicamente que él se conocía esa carretera de pe-a-pa y la recorría a la velocidad que le daba la gana porque él era -y lo afirmó con desafiante orgullo- transportador pirata “y qué”, ante la presencia -repito- de los tres policías.

Me di cuenta entonces de con quién estaba tratando y me conmovió la actitud de una señora que le acompañaba que imploraba que esto no pasara a mayores porque en ese momento cualquier cosa podía pasar.

Entonces comprendí que estaba en una pelea desigual y opté por decirles a los guardas que dejáramos las cosas así y nos dimos la mano en señal de paz. Apenas arrancamos, me pasó de nuevo y, reventando el motorcito de su chinito, adelanto de manera temeraria la hilera de carros y se perdió en la carretera hacia el 18.

Traigo a colación este relato para demostrar una de las tantas cosas que suceden en esta vía en la cual no había un solo guarda de tránsito y es probable que, por defenderme y hacer valer mi derecho a la libre movilización, habría podido terminar chupando gladiolo y ustedes no estarían leyendo esta columna. Sin embargo, mi Dios es muy grande.

A la hora del almuerzo, mi muy querido Fabio Marconi del restaurante Mama Mía me obsequió una muy especial botella de ron venezolano en señal de reconocimiento por lo que llamó “mi valor civil”.

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PD. Mucho me golpeó la muerte de Margarita Londoño, mi colaboradora durante más de 10 años de Oye Cali en donde a pesar de estar muchas veces en orillas opuestas nunca tuvimos ni un si ni un no. Descanse en paz esta gran amiga.

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