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Nadando en coca

Los cultivos ilícitos, según una misión del gobierno de los Estados Unidos, han llegado a las 209 mil hectáreas.

25 de junio de 2018 Por: Mario Fernando Prado

Los cultivos ilícitos, según una misión del gobierno de los Estados Unidos, han llegado a las 209 mil hectáreas.

O sea que pasamos de 60 mil en el año 2012 a esta escandalosa cifra, que se catapultó a partir de las conversaciones de paz y más aún cuando se decretó la suspensión de la aspersión con glifosato.

Como el gobierno se había comprometido a reducir a la mitad esta bochornosa cantidad y ello no se ha cumplido, nada tiene de raro que los gringos descertifiquen a nuestro país.

Lo que sería catastrófico desde el punto de vista económico y legal, y nos retornaría a la condición de parias del mundo, que debimos soportar hace algunos años.

No sólo es el problema de los cultivos ilícitos. Es que ellos vienen acompañados de una violencia incontrolable, máxime ahora cuando los carteles internacionales de la droga ya hacen presencia en Tumaco, en el resto del litoral Pacífico, en el Catatumbo, en el Urabá y en otras regiones en las que pulula la maldita hoja verde.

La solución definitiva contra este flagelo sería la legalización pero ya sabemos que no hay un ambiente internacional favorable para ello.
Así que, y dadas las condiciones de este crecimiento exponencial, tarde que temprano el Estado tendrá que volver a la fumigación aérea porque está demostrado que arrancar matica por matica -además en territorios con campos minados- es un canto a la bandera.

Aquí en el Valle sí que lo sentimos, porque las siembras ya tocan las goteras de municipios como Jamundí y están a escasos veinte minutos de Cali, así no lo quieran reconocer y se haya recurrido al célebre tapen tapen en el que el gobierno actual es un verdadero experto.

En lo que corresponde a nuestro Departamento, no olvidemos que la mayoría del alcaloide sale por el Pacífico, llámese Buenaventura o cualquier población de este Litoral.

Como se ve, los esfuerzos no han sido capaces de controlar regiones como El Naya en la costa caucana y sobre todo a Nariño con su segundo puerto sobre el Pacífico que es Tumaco.

Existe un contubernio entre la narcoguerrilla, las bandas criminales y algunos grupos indígenas que están haciendo el juego a cambio de un mísero pago a los cultivadores, que no tienen otra manera de subsistir.

Para ello es también importante que el Estado plantee para esta población alternativas agrícolas viables como forma de compensar los ingresos con los cuales sostienen a sus familias.

Lógicamente el tema no le quedará nada fácil al nuevo gobierno, que deberá perseguir a los narcocomercializadores pero tendrá igualmente que plantear cultivos sustitutivos.

En tanto, el suroccidente colombiano sigue nadando en coca, cultivo que se está combatiendo con pañitos de agua tibia que de nada han servido.

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Posdata: Urge la creación de un frente común que lo integren Valle, Cauca y Nariño para controlar la cocalización del Pacífico colombiano. O nos unimos o nos hundimos.

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