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Muriendo en vida

Con esto de la pandemia, la cuarentena y el confinamiento voluntario, se están presentando casos extremos de pánico, desazón, desespero e inclusive ganas de morirse voluntariamente.

29 de junio de 2020 Por: Mario Fernando Prado

Con esto de la pandemia, la cuarentena y el confinamiento voluntario, se están presentando casos extremos de pánico, desazón, desespero e inclusive ganas de morirse voluntariamente.

Estos temas los han venido tratando con lujo de detalles sicólogos como Gloria H. y Carlos Climent y varios de los colegas columnistas, pero además diariamente recibimos docenas de comentarios sobre el particular, así que yo también quiero meter la cucharada para dar mis modestas opiniones sobre el tema.

Y las traigo a colación porque ayer hablando con alguien muy cercano a mis afectos, advertí que está ‘paniquiada’, porque se ha confinado de manera extrema en su apartamento y a pesar de que no le falta absolutamente nada, está cayendo en una depresión contraria a su temperamento guerrero y amiguero y su hiperactividad por todos conocida.

Lo último que me dijo hace un rato fue que sentía que estaba muriendo en vida, seguramente una frase de cajón de esas que se dicen de manera inconsciente o qué se yo, pero que me llevó a preguntarle porque estaba así de fatalista y apocalíptica.

Su respuesta fue que como no tiene mucho que hacer, lee cuanta noticia le llega por las redes, oye no sé cuántos noticieros y ha caído en un pánico -repito- que la está enloqueciendo.

No puedo salir, no puedo invitar a mis amigas, no puedo ir a la casa de mis familiares, ando ‘entapabocada’, me jabono a toda hora, a cada rato me tomo la temperatura, si estornudo pienso que me infecté, si moqueo igual, tengo pesadillas en las que me estoy ahogando y es que hasta me da miedo hablar por teléfono.

Le sugerí entonces que consultara a un psiquiatra para que se dejara de pendejadas y que tratara de llevar una vida normal tomando las precauciones básicas como evitar aglomeraciones, mantener la distancia, no relacionarse con desconocidos, usar el tapabocas, lavarse las manos y tratar de -no sé si me explico- vivir una vida hasta cierto punto más normal.

Una persona como ella tiene más conciencia y responsabilidad que cientos de miles de importaculistas que andan como locos(as) sin las más elementales precauciones y que están poniendo muy altas cifras de contagios y no hay derecho a que paguen justos por pecadores, lo que no significa que se tomen las medidas preventivas del caso.

Seguramente lo que se viene -Dios nos coja confesados- es mucho peor y es probable hasta que mueran personas allegadas, pero tenemos que evitar caer en el desasosiego e irnos muriendo en vida.

Y a propósito, qué mejor lugar para pasar la cuarentena que el campo, lejos del mundanal ‘rugido’ de las populosas ciudades, contemplando la naturaleza y llevando una vida más elemental y más austera.

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