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Me quedo con el glifosato

Después de mucho rumiar el tema. Analizar los pros y los contras del glifosato. Hablar con agricultores que lo han utilizado durante décadas. Después de leer y releer lo que se dice acerca de este herbicida...

29 de abril de 2019 Por: Mario Fernando Prado

Después de mucho rumiar el tema. Analizar los pros y los contras del glifosato. Hablar con agricultores que lo han utilizado durante décadas. Después de leer y releer lo que se dice acerca de este herbicida, he llegado a la conclusión de que no es el veneno asesino, destructor y depredador que acaba con la fertilidad del campo y que mata además a las personas que tienen contacto directo o indirecto con él.

Y no hay que negar que “su uso es objeto de controversia desde el punto de vista toxicológico y ambiental” y solo es sintetizado por plantas y algunos microbios “pero no por mamíferos, por lo que este mecanismo de acción no los afecta” (Wikipedia).

Sucede que el glifosato es ideal para acabar con cultivos como el de la coca y no se conoce nada más efectivo y rápido. Por esa razón se utilizó en nuestro país con excelentes resultados y gracias a su fumigación aérea se lograron reducir los cultivos a menos de 80 mil hectáreas.

En esas estábamos cuando empezaron las conversaciones de paz y una de las condiciones ‘si ne cuanon’ con que fue chantajeado el gobierno Santos fue que suspendiera la fumigación con glifosato, así fuera con el uso de drones, o se levantaban de la mesa y se abortaba el proceso. A esta exigencia se sumaron algunos ambientalistas y no pocos líderes de opinión que sin querer queriendo sirvieron de idiotas útiles para lo que se vendría pierna arriba.

Conseguido el objetivo, las Farc, los ‘elenos’ y el narcotráfico unido a ellos y a la población campesina, se dedicaron como nunca antes a sembrar miles de hectáreas llegando a la astronómica cifra de 230 mil porque la erradicación manual y la voluntaria no ha dado un brinco frente a los extensos territorios sembrados de coca, que han hecho pasar a nuestro país del octavo al cuarto lugar de consumo de cocaína en Suramérica.

Esta es la razón por la que Colombia está inundada del polvo maldito a través del llamado microtráfico, que tiene envenenados a una cada vez más creciente e inatajable parte de nuestra juventud e incluso a niños de 9 y 10 años que son inducidos a su consumo en las puertas de sus escuelas y colegios.

Y también por culpa de ese microtráfico es que no paran las vendettas y retaliaciones de los encargados de la distribución y venta del alcaloide, frente a lo cual las autoridades no son capaces de combatir y controlar este flagelo que menoscaba cada vez más a nuestra sociedad.

Ante tal realidad, no se sabe qué es peor, si que la coca se vaya para otra parte o que se quede aquí, porque ambas opciones son igual de perversas. Lo cierto es que así como vamos, la reducción de los cultivos es prácticamente imposible. Y eso lo saben tanto los erradicadores de pala y azadón como los que instan a sustituir la coca por cacao, los sembradores, los cultivadores, los procesadores, los distribuidores, los ‘exportadores’, el gobierno entero y el mismísimo presidente Trump que en su lenguaje desabrochado le jaló las orejas a su homólogo colombiano.

¿La fumigación con glifosato a través de drones o la satanización definitiva de nuestro país, la violencia indiscriminada, la inseguridad rampante, el reinado del narcotráfico, la impunidad, la descomposición social y la sangre de nuestros compatriotas que diariamente se derrama en toda nuestra geografía?

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