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Lugares para escuchar

Los serenateaderos fueron famosos por allá a mediados del siglo pasado. Ubicados en hoy barrios de dudosa reputación.

3 de febrero de 2020 Por: Mario Fernando Prado

Los serenateaderos fueron famosos por allá a mediados del siglo pasado. Ubicados en hoy barrios de dudosa reputación y colindantes algunos con las desaparecidas casas de bombillos rojos de Victoria, Lucy, Susana, Gladis, Noreña y Angelino entre otros, allí se reunían los trovadores de la noche ofreciéndole al viento sus canciones hasta que aparecían los clientes de carros lujosos, seleccionaban los tríos que más les gustaban y se los llevaban a dar serenatas.

Pero existían además quienes tenían como programa ir a esos sitios acompañados de amigos y/o de novias, esposas y amantes simplemente a escuchar bambucos, pasillos y boleros mientras se bebían las noches y las madrugadas.

Pero fue la propiedad horizontal -léase los apartamentos en altura- lo que acabó con las serenatas quedando tan solo las de salón, porque imagínense ustedes a Calandria tratando que le escucharan “despiertaaaaa dulce amor de mi vida, despiertaaaaaa si te encuentras dormidaaaaa”, en un piso 13.

Y así, lentamente, se fueron cerrando estos lugares llamados de la pequeña bohemia quedando unos pocos, entre ellos Aquí es Miguel, que resistió hasta último momento pero que no pudo más porque entre otras cosas a sus músicos se les fue el perfume y ya no cantaban ni en la Fiscalía.

Aparece entonces Gerardo de Francisco con un puñado de músicos a quienes se les ocurre la idea de poner a sonar un lugar para escuchar música vernácula en vivo y en directo, rindiéndole además un tributo al señor bolero, alcanzando un éxito internacional.

El Zaguán del Viejo Conde se volvió referencia obligada de Cali -una especie de Delirio o de Ensálsate de hoy- al que llegaron a llamar perversamente ‘el mercado del usado’ porque iban muchas separadas y que se acabó por esas cosas del destino.

Sin embargo, ese vacío ha sido llenado por uno que otro lugar en que es posible escuchar nuestra música autóctona, tangos, baladas, milongas y claro los infaltables boleros de los que gustan -quién lo creyera- la juventud que los canta con entonado acento.

Entre estos nuevos sitios están La Obra, de Anabella Arbeláez y Andrea Botero, los Musicalísimos, el Festival Nacional de los Mejores Tríos y De Regreso a Mi Tierra de la Fundación del Artista Colombiano -pronta recuperación para Mery Salazar de Sierra- Tierra Mestiza de Gloria Perea, San Fernando de Noche de Juan Carlos Gallego y muy especialmente La Casa del Mono, esta última del archiconocido Mono Velasco que ha ido adquiriendo una fama ‘Zaguanesca’ gracias entre otras cosas a los artistas locales y nacionales que presenta mes a mes así como a los dos grupos musicales a los que pertenece: Añuritai que interpreta con maestría la música de Los Chalchaleros y Borrasca, con aires sesenteros.

Pero quizás lo mejor es la versatilidad de este músico, capaz de guitarrear una noche entera sin ingesta alguna de licor y de acompañar pacientemente al más destemplado(a) de los espontáneos o a reconocidos artistas y quien está rescatando con estas agrupaciones talentos que de no ser por los aplausos que reciben, o quedarían en el anonimato o se irían con su música a otra parte.

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