El pais
SUSCRÍBETE

Los 80 de la Nacional

Y como si fuera poco, tenía una cafetería y unos helados que la esposa de quien quedó como único propietario, preparaba en su casa para deleite de los más glotones paladares. La Banana Split y el Parfait Sorpresa eran mis preferidos.

13 de septiembre de 2021 Por: Mario Fernando Prado

En septiembre del año 41, un santandereano que había vivido en Cuba con el insólito trabajo de librero, volvió a su Colombia y en Barranquilla y con dos amigos fundó la Librería Nacional con un concepto tan original que revolucionó el montaje de estos locales en que los libros estaban lejos del alcance de las manos por allá detrás del mostrador.

Recuerdo que siendo un parvulillo, Misia Fiíi -mi abuela- me llevaba a la Librería Mosquera de propiedad de un tío político y allí establecían unas interminables tertulias habida cuenta sus ancestros payaneses. Ubicada en la Carrera Sexta Calle Diez esquina, muy cerca del otrora palacio de San Francisco, fue por mucho tiempo junto con la Climent y la Camacho Roldán una de las librerías más sonadas por esas calendas.

Así que la irrupción de La Nacional en el corazón mismo de la Plaza de Cayzedo en el año 61 fue todo un acontecimiento, no sólo por el sistema de autoservicio que permitía ojear y hojear los libros sino porque también se ofrecían revistas de todo el mundo incluyendo la célebre Selecciones que distribuyó por años para Colombia La Nacional.

Y como si fuera poco, tenía una cafetería y unos helados que la esposa de quien quedó como único propietario, preparaba en su casa para deleite de los más glotones paladares. La Banana Split y el Parfait Sorpresa eran mis preferidos.

Así las cosas, el negocio se fue pa’rriba. Don Jesús Ordóñez tras las sucursales de Santa Marta, Cartagena y Cali inició un proyecto expansionista que lo llevó a establecerse también en Bogotá en donde debutó en Unicentro, siendo la primera librería del país ubicada en un centro comercial y de allí se fue a Medellín y a Pereira completando 7 en Cali, 10 en Bogotá y 7 en Medellín para un total de 30 Nacionales en Colombia que en la actualidad ofrecen 80 mil títulos y dos millones de ejemplares.

Más de cuatro generaciones hemos pasado por La Nacional, honda y profundamente ligada a mi vida estudiantil, sentimental, universitaria, laboral y hasta de padre y de abuelo, porque allí nos seguiremos citando y encontrando amigos y conocidos y de paso, adquiriendo los libros del momento.

La Nacional de Cali, con sus fuentes de soda que llamaban antes y sus restaurantes casuales y exquisitos, es lugar obligado y referente de nuestra ciudad y encuentro de ideas, refugio de escritores y artistas y como dicen, una ventana al conocimiento.

Quienes todavía le apuestan a los libros y revistas impresas tienen allí su paraíso, aunque La Nacional no se ha quedado atrás con la tecnología digital y todo su surtido está disponible con su servicio on line.

¡Quién no ha pasado por la Nacional! Gobernantes, presidentes, ministros, ex de todo, políticos en ascenso y descenso de cuanto pelambre existe, lagartos y lagartijas, ultraderechistas, mamertos, izquierdosos, intelectuales de poca y mucha monta, quebrados, gays, bellezas naturales y artificiales, periodistas y calumnistas, amas de casa, amigotes y amigotas, hijuecutivos (as), en fin, toda una variopinta que conforman un conglomerado en que tampoco faltan los bebés y las sillas de ruedas.

Muchos, muchísimos años más le auguramos a este ícono de Cali a donde fuimos de pantalón corto, pantalones bota campana, saco y corbata, guayabera y hasta esas pantalonetas mamarrachudas tan en moda en esta pandemia de nunca acabar.

AHORA EN Mario Fernando Prado