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Las antenas de la ignominia

Y segundo que ese es ‘territorio sagrado’, de propiedad de la sacrosanta e intocable Arquidiócesis de Cali y que -palabras textuales de un alto funcionario de la Alcaldía que me pidió no decir su nombre- “en ese tema no se puede meter nadie y no hay nada que hacer”.

6 de septiembre de 2021 Por: Mario Fernando Prado

El lunes de la semana anterior y siguiendo con mi empeño de tocar piano en los sitios emblemáticos de nuestra ciudad, nos dirigimos con el equipo de grabación que me acompaña en esta aventura, al cerro de Las Tres Cruces cuya subida por Montebello fue un verdadero vía crucis. Pero allá llegamos con nuestra pianoneta acondicionada para tales menesteres por Carlos José Rojas Pons.

Luego de una hora de subir por las calles más inexpugnables llegamos por fin a nuestro destino. Tras las explicaciones de rigor a los agentes que tienen a su cargo la estación de Policía en el sector y los que nos brindaron su colaboración, procedimos -perdón- procedieron a cargar el instrumento hasta colocarlo, en medio de una lluviecita, en el único lugar posible para grabar tan solo tres canciones.

Y no fueron más no porque se desatara la lluvia pues finalmente escampó, sino porque me dio física vergüenza mostrar ese lugar abandonado, sucio, enmalezado, oliendo a orines y a popó -no hay baños-, en donde las cruces están encerradas en unas rejas y es imposible acceder a sus bases.

Así que nos ubicamos en un pequeño espacio en donde lo único que hay es un improvisado gimnasio kafkiano, un cobertizo y unas bancas. No más.

Pero lo más grave es que en ese mismo espacio, en medio de este monumento, pululan toda suerte de antenas de todos los pelambres, muchas de las cuales compiten en altura con las cruces, siendo más altas que ellas, lo cual es un espectáculo bochornoso e indigno de una ciudad como Cali y más sobre el cual se dice que es uno de nuestros atractivos turísticos que aparecen en más guías y en las reseñas de la Capital del Deporte, la Capital de la Salsa, la Capital de la Alegría, etc., etc.

Indagando sobre el porqué este ícono se volvió una feria de antenas, me dijeron dos cosas: que es el sitio en que más se puede divisar Cali y que por eso es el lugar óptimo para las repetidoras de emisoras, telefonía y mil cosas más y por eso pagan unas millonadas por estar ahí.

Y segundo que ese es ‘territorio sagrado’, de propiedad de la sacrosanta e intocable Arquidiócesis de Cali y que -palabras textuales de un alto funcionario de la Alcaldía que me pidió no decir su nombre- “en ese tema no se puede meter nadie y no hay nada que hacer”.

No entiendo cómo un bien público está al servicio de un particular y además ese particular ejerce las funciones de amo y señor del lugar y más aún cómo lo tiene en ese estado de dejadez.

Stephanie Doglioni, la secretaria de Turismo de Cali, creo que debe tomar cartas en el asunto para salvar y rescatar lasTres Cruces y algunas de las ‘ías’ debe averiguar cómo es el negocio de las antenas que según me dicen le deja a la Arquidiócesis más de $300 millones al mes y ni raja ni presta el hacha porque no paga alquiler y en retribución a semejante favorzaso, no le mete un centavo a semejante mina, a todas luces ilegal.

A lo sumo, los domingos un cura oficia una misa, llevando los ornamentos, un megáfono y unas hostias, luego de lo cual se pierde el resto de la semana.

Como bien saben algunos de mis lectores, el Arzobispo me tiene inquina y no hay forma de hablar sobre el particular y menos ahora en que está de salida porque ya lo trasladaron, pero no saben para dónde y tampoco a quién poner en tan honroso cargo.

¿Será que estas Tres Cruces de la ignominia correrán igual suerte que la Estatua de Belalcázar y seguirán así per secula seculorum?

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