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El tatequieto

Uno no se opone a que se hagan construcciones multifamiliares, ni más faltaba. Ello es sinónimo de desarrollo y hasta de progreso.

11 de diciembre de 2017 Por: Mario Fernando Prado

Uno no se opone a que se hagan construcciones multifamiliares, ni más faltaba. Ello es sinónimo de desarrollo y hasta de progreso. Además, se genera empleo y se eleva la calidad de vida de quienes tienen los medios para pagar los apartamentos de sus sueños que hoy se entregan hasta con tres garajes así sus tamaños no den para tantos.

Empero y como decía Don Absalón, “una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa” y en el caso que nos ocupa el bien particular -el de los constructores y sus compradores- no puede estar por encima del bien común que en este caso es el vecindario de tales edificaciones, el barrio, el entorno y por sobre todo las vías.

El sur se ha vuelto un dolor de cabeza en materia de movilidad y transitar en las horas pico resulta exasperante. No hay vías para tanto vehículo y esto a punta de paciencia no se va a solucionar.

Pero hay más: estamos hablando de calles que no fueron hechas para soportar semejante flujo vehicular y por eso están destrozadas así se les apliquen unos ocasionales reparcheos. Además, los carros no caben, porque a la par de la autorización para estas construcciones deberían existir las ampliaciones necesarias y esto no se hace.

¿Y qué me dicen de los servicios públicos? ¿Qué sucede con la red de alcantarillado que está colapsando y solo falta que salgan los bollos a las calles? ¿Y el agua, de dónde va a brotar porque físicamente ya no alcanza?

Lo otro es el paisajismo y el respeto al entorno. Lugares como Pance y altos de Ciudad Jardín, pulmones verdes de la ciudad, están siendo atropellados por unas moles de concreto que impiden la visual sobre los cerros y que en muchos casos se roban el espacio público.

Pero la culpa no es de los constructores quienes en su mayoría han cumplido con las exigencias del POT.

La culpa es de quienes redactaron este mamotreto inentendible para una ciudad como Cali, que permitió las construcciones en altura sin importarle la carencia de la infraestructura necesaria y menos el bienestar de los actuales habitantes de esos sectores.

Por ello, y gracias a una acción popular instaurada por la muy pantalonuda Procuradura Ambiental y Agraria para el Valle del Cauca, el Juzgado Trece Administrativo Oral del Circuito de Cali, suspendió de manera provisional todas las licencias de construcción otorgadas y futuras en la comuna 22.

Aunque no se pararán las obras ya iniciadas, se le está poniendo coto al crecimiento desbordado del sur de la ciudad en donde se ha llegado a exabruptos como desviar el cauce natural del Río Pance o robar el agua de uno de sus ramales afectando el humedal Cañaveralejo, para beneficiar predios privados.

Se trata pues de un tatequieto y aunque hay apelaciones y recursos legales, es bueno que se acabe con esa guachafita y se hagan las cosas como deben ser.

***

PD:
Capítulo aparte merecen las ‘salas de fiestas’ ubicadas en barrios residenciales sin permiso alguno. ¡Qué desfachatez!

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