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Amistades tóxicas

He decidido -por fin- sacudirme de esos amigos y amigas que le intoxican a uno el alma y le hacen un gran daño al espíritu.

28 de diciembre de 2020 Por: Mario Fernando Prado

He decidido -por fin- sacudirme de esos amigos y amigas que le intoxican a uno el alma y le hacen un gran daño al espíritu. Me refiero a esas personas desapacibles, problemáticas, enredadas y enredadoras, jartas e inmamables que nada aportan en la vida y viven del hablar mal de los demás -e imagino que hasta de uno mismo-, que llevan y traen cuentos y que inventan unos peliculones para atraer la atención y no perder vigencia.

Se les ve y se les oye por todas partes y por ello se sienten muy ‘cool’, que dicen haber estado donde nunca han estado y haber hablado con quien nunca han hablado, inventando cuentos y repitiendo mentiras y verdades a medias con un libreto perverso, dañino y falaz.

Pero si solo fuera eso, pues allá quienes les escuchan y les paran bolas. El problema es que todo lo anterior lo acompañan de visiones trágicas y apocalípticas que logran paniquiar a más de uno. El “esto se lo llevó el diablo”, el “tocamos fondo”, el “estamos cagados y con el agua lejos” son las expresiones más suaves con que suelen acompañar sus comentarios porque para ellos o ellas, este mundo se acabó al igual que este país y esta ciudad.

A las amistades tóxicas, todo, absolutamente todo, les parece malo y nada es bueno o al menos regular y nada ni nadie se salva de ese rasero desollador y depredador porque su misión pareciera ser juzgar y condenar hasta a la Santa Madre Teresita de Calcuta. Mejor dicho, nadie se salva, todo está podrido, todos son ladrones, corrompidos,
degenerados y agáchese porque de golpe usted también cae en ese báculo implacable de los amigos tóxicos.

Yo tengo todavía un par de esos especímenes que me llaman solamente para hablar pestes de amigos comunes a los que sin embargo, los saludan con qué abrazos y expresiones afectuoso-cariñosas.

Portadores(as) del último chisme social , mezclan a los supuestamente implicados con relaciones tinieblas desconocidas hasta que sus lenguas viperinas enlodan sus nombres, sus ascendencias y sus descendencias con ese barro de alcantarilla con el que suelen moldear a sus incautas víctimas.

¿Y qué queda de todo eso? Tan solo un tufillo amargo y pestilente que es lo que intoxica Y envenena a los que soportamos tales desafueros.

Entonces, y para evitar que esos ofídicos mensajes me sigan produciendo náuseas, mareos y malaires, repito lo dicho o escrito: adiós amistades tóxicas. No diré que las voy a bloquear o a eliminar de mi Facebook, WhatsApp y demás plataformas, pero sí, no les volveré a contestar llamadas ni mensajes, ni dejaré saludarles cuando las encuentre, quitándome, -les juro- un piano malhechor que es mucho el daño que le han ocasionado a la armonía que busco en la vida y que harto necesito -y necesitamos- para afrontar y superar esta noche que llega con el 2021.

PD. El bolero está de luto con la muerte del Maestro Armando Manzanero, poeta y compositor que tanto arrulló y sigue arrullando a los románticos que aún deambulamos en tardes como esta en que vi llover y vi gente correr.

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