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Educación: lo fundamental

Generemos acuerdos que nos reúnan en torno al ‘cómo’ y trabajemos juntos...

10 de mayo de 2022 Por: María Isabel Ulloa

Después de la reciente publicación del Índice Departamental de Competitividad y del pésimo resultado en el pilar de educación básica y media para el Valle (puesto 24 de 33 departamentos), se ha discutido mucho sobre las medidas que debemos tomar para cambiar esta situación.

Lo primero es reconocer que esto no es nuevo y llevamos años con indicadores deficientes. No se puede negar que un índice que unifica municipios certificados y no certificados hace que el impacto de algunos esfuerzos recientes no se vea con claridad, sin embargo, lo evidente también es que un departamento como el nuestro no debería estar ni siquiera cerca a los lugares en los que está. Somos de los más malos de una clase mala y es inaceptable.

No alcanzaremos el desarrollo sostenible, ni avanzaremos en competitividad y productividad con estos niveles de calidad educativa. De seguir así, estaremos destinados a vivir en una sociedad con adultos sin las mínimas habilidades ni conocimientos que les permitan ser ciudadanos en todo el sentido de la palabra y ejercer sus derechos y deberes.

Ante un reto tan complejo, ¿qué hacer? Justamente hicimos parte de un espacio para repensar la educación y junto a actores del sector se identificaron varios caminos. Lo primero es aceptar el diagnóstico como cierto, no pretender ‘defendernos’ ni caer en lugares comunes; por el contrario diseñar acciones claras para avanzar en asuntos específicos. Uno de ellos, quizás por el que deberíamos iniciar: mejorar la educación requiere recursos.

Debemos incidir para que haya más recursos no sólo para el pago de la planta de personal sino para invertir en programas que demuestren mejorar la calidad educativa y esto pasa por una reforma al Sistema General de Participaciones. Los cambios se deben soportar en sistemas de información robustos y datos que respalden la toma de decisiones y de esta manera aseguren contribuir al cierre de brechas. La cualificación docente y el liderazgo de directivos docentes deben ser a prioridad; herramientas tecnológicas para la innovación, y la infraestructura deben estar en la agenda. Finalmente, está la autonomía escolar que puede ser un excelente mecanismo para mejorar la calidad, pues según expertos tiene efectos positivos sobre los procesos de enseñanza-aprendizaje con los estudiantes, la comunidad educativa y el clima escolar.

Con una óptica de largo plazo es fundamental poner sobre la mesa la educación inicial y la atención integral a la primera infancia. Para esto, la asignación de recursos, el fortalecimiento de actores involucrados y contar con un sistema de información que permita hacer seguimiento a la contratación y operación de los programas resultan componentes fundamentales. No se puede perder de vista que garantizar el acceso oportuno de los niños a estos servicios crea las bases para un mejor desempeño escolar en el futuro.

El ‘cómo hacerlo’ es lo más complejo, pero es lo que permitirá que pasemos de la teoría a la práctica. La articulación público-privada es fundamental entendiendo que es el Estado el que puede y está en la obligación de implementar las medidas estructurales. Pero así mismo se debe trabajar en que el sector privado sea más eficiente y articulado con las acciones que pone en marcha, además de involucrar a padres, maestros y comunidad educativa en general en sus iniciativas.

La tarea es ardua pero tenemos claros los retos. Generemos acuerdos que nos reúnan en torno al ‘cómo’ y trabajemos juntos, incluyendo al nuevo gobierno nacional y con compromisos locales claros, para que el anhelo de una generación de niños y jóvenes que en su mayoría estén bien educados, sean una realidad.