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Un tigre de papel

La situación de Guaidó empieza a volverse tragi-cómica porque mientras éste se toma en serio y se infla con los protocolos presidenciales, las dos grandes potencias Rusia y China se afincan en Caracas.

7 de febrero de 2020 Por: María Elvira Bonilla

El contraste es enorme. Mientras Juan Guaidó es recibido con honores en la Casa Blanca después de haberle dado un espacio especial en su discurso de la Unión en el que recibió un aplauso cerrado por parte del Congreso en pleno, se hace cada día más evidente que el autoproclamado presidente de Venezuela no tiene ningún poder real en su país, donde Nicolás Maduro está más atornillado que nunca.

Similar ritual de reconocimiento como Jefe de Estado lo experimentó en Colombia y en algunas de las visitas oficiales que realizó a Europa con ocasión de la cumbre de Davos y que remató en Washington. Un reconocimiento internacional que no se refleja en su país donde se va convirtiendo cada día más en una figura decorativa que ya ni siquiera logra unir alrededor de su liderazgo, fuerte en el pasado, a la totalidad de la oposición. Una oposición dividida y errática que se une al caos institucional venezolano como quedó demostrado en la pasada elección del presidente de la Asamblea Nacional que Guaidó no pudo consolidar y quedó un claro sabor de desgobierno. Un caos que termina favoreciendo a Maduro y su autoritarismo con el que copa todos los espacios políticos respaldado por rusos y chinos y las fuerzas armadas.

El nulo poder de Guaidó sobre las instituciones venezolanas se hizo evidente en el episodio, casi caricaturesco, de Aída Merlano. Atrapado en la falacia de un poder formal pero no real, el gobierno Duque lo colocó de manera ingenua y torpe, como el interlocutor oficial para solicitar su extradición. Sobrevino un oso diplomático, al punto que el propio Guaidó, no dudó en recomendarle al gobierno colombiano buscar otras alternativas. Un descache con el que Duque se le sirvió en bandeja de plata a Maduro, quien no desaprovechó la ocasión para ironizar y soltar sus irrespetuosas groserías recordando lo lejos que se está de entregarle la exsenadora prófuga a la Justicia colombiana.

La situación de Guaidó empieza a volverse tragi-cómica porque mientras éste se toma en serio y se infla con los protocolos presidenciales, las dos grandes potencias Rusia y China se afincan en Caracas y hacen de la crisis venezolana la mejor puerta de entrada al escenario latinoamericano en el que avanzan con paso firme. Desde el lado colombiano se ha generado una situación inédita en las relaciones internacionales en la que dos países vecinos con poblaciones binacionales y muchos intereses comunes en juego, han terminado sin canales de comunicación, incluidos los consulares que permitirían resolver problemas de manera civilizada. Colombia en el pasado, había sabido sortear difíciles relaciones, incluida Cuba, y ha conseguido siempre preservar canales de diálogo que esta vez la rigidez voluntarista del fallido cerco diplomático reventaron.

Juan Guaidó, con todo y su amplio reconocimiento internacional, como gobernante es un ‘tigre de papel’, sin poder real ni incidencia en la realidad de su país. Haría sin duda mucho mejor papel trabajando internamente por unificar la oposición, en la perspectiva de buscar un camino de transición que destrabe la crisis y que necesariamente pasa por convocar a las distintas fuerzas políticas y no insistir en descalificar a Maduro y su autoritarismo antidemocrático. Esto no es más que llover sobre mojado, y así es poco lo que se avanza.

Sigue en Twitter @elvira_bonilla