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No maten al mensajero

De manera cobarde el presidente del Ecuador, Lenín Moreno, cedió a las presiones de Donald Trump y entregó este jueves a Julian Assange, el creador de Wikileaks, a las autoridades inglesas. Rompió la inmunidad...

11 de abril de 2019 Por: María Elvira Bonilla

De manera cobarde el presidente del Ecuador, Lenín Moreno, cedió a las presiones de Donald Trump y entregó este jueves a Julian Assange, el creador de Wikileaks, a las autoridades inglesas. Rompió la inmunidad diplomática y el propio embajador ecuataoriano le abrió la puerta a los agentes. ¡Que vergüenza! Sin haber cumplido 50 años se le veía envejecido, canoso, barbado, cansado pero batallando con la palabra en medio de los chafarotes ingleses. Inquebrantable.

El expresidente Correa le había garantizado protección diplomática en la Embajada del Ecuador durante 7 años, para evitar precisamente la ruta de la cadena perpetua por el pecado de haber filtrado información del Departamento de Estado norteamericano. Puso el poder al desnudo. Una radiografía, literalmente descarnada, de cómo las cúpulas en el mundo deciden, dan órdenes, juzgan a sus rivales, enfrentan las diferencias. Y en materia grave. Pues se trata, ni más ni menos, de decisiones que afectan al mundo entero.

Assange, este curioso personaje australiano, un llanero solitario obsesionado con la verdad, la tuvo clara desde que creó Wikileaks, tal como lo expresó en su declaración de principios cuando fue detenido por primera vez en Londres en el 2010. Entonces explicó: “Crecí en una población rural de Queensland, donde las personas decían sin cortapisas lo que sentían. Desconfiaban del gobierno como un ente que podía corromperse si no se le observaba con atención. Sabían de la capacidad de los políticos para impedir a los medios divulgar la verdad.

Esos recuerdos se han quedado en mi mente. Wikileaks fue creado en torno a esos valores esenciales. La idea, concebida en Australia, era usar las tecnologías de internet en nuevas formas para informar la verdad. Y que el mundo entero tuviera acceso a esta.

Wikileaks acuñó un nuevo tipo de periodismo: el periodismo científico. Trabajamos con otros medios para llevar noticias a las personas, pero también para probar que son ciertas. El periodismo científico permite leer una nota y luego dar un click en línea para ver el documento original en el que se basa. De esta manera uno puede juzgar por sí mismo: ¿La nota es cierta?

¿El periodista la reportó con precisión? Sin quedar atrapado en las interpretaciones.

Las sociedades democráticas necesitan medios fuertes, y Wikileaks es parte de los medios. Sólo una prensa libre e irrestricta puede exponer con efectividad los engaños del gobierno. La tormenta en torno a Wikileaks refuerza la necesidad de defender el derecho de todos los medios a revelar la verdad”.

La tormenta esta vez puede tomar un curso fatal. Durante todos estos años distintos gobernantes habían perseguido, hasta ahora sin resultados, a Assange con saña. Pero el escenario cambió. La llegada de la atarbanería y capacidad de chantaje de Trump logran doblegar, como acaba de ocurrir con Lenín Moreno. La vulnerabilidad de Assange, acusado de traición a la patria por revelar documentos reservados, es total.

Históricamente ha ocurrido igual: se castiga al mensajero portador de la mala noticia y no al responsable de ésta. Tal como lo previó el propio Assange: “Quieren matar al mensajero simplemente porque no quieren que se revele la verdad”. Y la verdad, casi siempre estorba.

Sigue en Twitter @elvira_bonilla