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Miedo a la verdad

A los colombianos nos cuesta decir la verdad. No sabemos poner la cara y mirar de frente la realidad; ser responsables y asumir las consecuencias de las actuaciones.

29 de noviembre de 2018 Por: María Elvira Bonilla

A los colombianos nos cuesta decir la verdad. No sabemos poner la cara y mirar de frente la realidad; ser responsables y asumir las consecuencias de las actuaciones. Se prefieren las medias tintas, y es un comportamiento generalizado dorar la píldora. Se le hace el esguince a los hechos ciertos, si estos perturban o incomodan. El ‘mentira fresca’ no es un individuo que se desprecie y margine, se convive con estos, y hasta con tranquilidad y aceptación y con frecuencia no solo se justifica sino que suscita admiración, capaces de navegar con cinismo y con descaro en los escenarios de negocios o del poder. Por esto, en un debate de ligas mayores como el que se está dando alrededor de la corrupción de Odebrecht, son tantas las mentiras que nadie sabe a quién creerle.

Pero hay algo más grave aún que ronda a los colombianos y es la idea de que la verdad no existe. Y esto es falso. Y no hay nada más valioso que el ejercicio de de-velar, quitar el velo para descubrir los hechos ciertos detrás de los espejismos o las construcciones ideológicas. No existe propósito mayor para una sociedad colombiana, ávida de reconstruir los cimientos sociales, rehacer una cultura rota y crear confianza para recuperar las reglas civilizadas de convivencia, de tolerancia y respeto, que la búsqueda de la verdad. Único camino para edificar sobre un terreno firme y sólido para derrotar las secuelas de la confrontación armada, la guerra, que nos han dejado un cúmulo de odios enconados, de resentimiento y rabia, de deseo de venganza y de miedo. De polarización rabiosa y dañina.

De allí el gran sentido de la tarea que lidera el padre Francisco de Roux en la Comisión de la Verdad. Retomo sus palabras para definir el propósito: “Un gran desafío es el encuentro en las regiones con las víctimas de todos los lados en un proceso de acogida, reconocimiento y esclarecimiento de lo ocurrido, con el propósito de generar una comprensión colectiva de lo que nos pasó y avanzar hacia la reconciliación. Se trata de la verdad de todas las víctimas, a partir del dolor general, porque no hay colombiano que no haya sufrido en sí mismo o en su familia, amistades, organizaciones, el golpe de la violencia. Al final resultará un documento que presente la verdad compleja y las responsabilidades morales y recomendaciones. No para acrecentar odios y rupturas, sino para convocarnos a una tarea ética y social colectiva desde nuestras diferencias.

El objetivo de la comisión es la verdad humana, no la jurídica, que define culpables y da sentencia con el debido proceso, muchas veces lejano de la realidad y construido técnicamente por jueces y abogados. La comisión no tiene abogados para defender o acusar, ni jueces para condenar. Obtenido el juicio racional cierto o probable o hipotético, vamos a pasar al juicio moral a fin de que podamos avanzar hacia la aceptación responsable, por supuesto, de actores específicos, pero también de todos como sociedad, y hacia la no repetición y la reconciliación”.

La verdad libera, aligera el peso de la conciencia, pero además es la ruta para comprender lo que nos ha pasado como individuos y como sociedad. Si logramos derrotar la mentira tristemente entronizada en el comportamiento social colombiano podemos ese día renovar las esperanzas como país.

Sigue en Twitter @elvira_bonilla