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Los soberanos del Twitter

El alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, y el alcalde de Cali,...

3 de febrero de 2012 Por: María Elvira Bonilla

El alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, y el alcalde de Cali, Rodrigo Guerrero, han entrado con vigor, en su primer mes de gobierno, al reino de los twitteros, que equivale a andar con un micrófono incorporado. Sustituyen de manera egocéntrica la comunicación institucional con mensajes personales y directos que le aseguran una relación directa con el público seguidor. No hay gobiernos, hay gobernantes solos, sin equipos. El ejemplo de los alcances, pero también el desbordamiento que puede tener esta herramienta del mundo moderno es el expresidente Uribe quien es un verdadero fanático que no sólo inunda de mensajes la red en una suerte de incontinencia verbal, sino que se las ha ingeniado para poder enviar diatribas que superan los 140 caracteres reglamentarios del Twitter. El ex Presidente quien sin asistir a eventos institucionales ni a escenarios de debate formal sigue pendiente, sin dar un paso al costado, de las decisiones de su sucesor Santos, ha encontrado en el Twitter el camino expedito para opinar, pelear, defender a sus amigos emproblemados o contradecir los cuestionamientos judiciales. Un millón de personas está pendiente de los trinos cotidianos de Uribe, de lejos el político colombiano más popular de la red, superado ampliamente por la popular Shakira, quien ha logrado que 12 millones de seguidores vivan al día su apasionado romance con Piqué. Para los políticos que no resisten el silencio ni la reflexión, ni existir sin comentarios, ni la prudencia ni el autocontrol no hay mejor invento que éste. Piedad Córdoba, Enrique Peñalosa, Gina Parody, Iván Cepeda, Angelino Garzón y el presidente Santos, entre muchos otros, recurren a su micrófono personal cada vez que lo necesitan. Se dan licencia para comentar de lo divino y lo humano, en sus términos, sin contar con nadie. Las primeras liberaciones de secuestrados las trasmitió Piedad Córdoba al ritmo de los acontecimientos hasta que el comisionado Frank Pearl le prohibió llevar celular para evitar el protagonismo.Y tenía razón. Porque lo cierto es que el Twitter efectivamente es el mejor espejo del narcisismo contemporáneo. De la vanidad. Para aquellos que viven convencidos de que todo lo que dicen, piensan o hacen, amerita contarlo. Y lo hacen. Como si la vida fuera un reality permanente. Tiempos éstos en los que es el sujeto, el individuo y no las instituciones o los procesos sociales son los que cuentan. Porque sus usuarios no escriben ni hablan ni interactúan: trinan. Como el pajarito símbolo de la red social. Un trino para decir lo que a cada quien se le venga en gana. Con irresponsabilidad, con agresividad, con humor, con escueta información con frases que van desde la irrelevancia hasta sentencias inteligentes. Bobadas inocuas con las que se banaliza todo, típica de la post-modernidad. Frases de una sola vía, para que las reciba el que quiera, las retome, las reenvíe o conteste en una especie de algarabía virtual que contribuye al ruido de los enunciados y titulares. Porque en una frase de 140 caracteres no caben ideas ni conceptos, pero sí ataques, ofensas, aullidos y alertas. Una dinámica verbal que encuentra el terreno abonado en la Colombia de las polarizaciones y las iras enconadas que se resiste a quedar atrás.