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Los héroes negros

La población afro, más de un millón en Cali, vive en silencio...

2 de octubre de 2015 Por: María Elvira Bonilla

La población afro, más de un millón en Cali, vive en silencio las ofensas a las que son diariamente son sometidos. De dientes para fuera la gente se declara no racista, ni discriminadora, pero a la hora de la verdad, en el comportamiento cotidiano están llenos de prejuicios. Lo cierto es que las oportunidades no se les dan de igual manera a los afros y permanentemente están expuestos a chistes pesados y ofensivos: “negro tenía que ser”; “un negro con corbata se pierde el negro y se pierde la corbata”; “sino la hace a la entrada la hace a la salida”, cientos de expresiones que encierran intolerancia, resentimiento que se unen a los comportamientos de desconfianza y agresividad cuando entran a un almacén, a un supermercado, a un bar, a un restaurante o cualquier sitio donde su presencia resulta extraña. Es una rabia enconada, acumulada de años, de generaciones que empieza a explotar y toma forma como ocurrió con al ebanista Carlos Angulo, un joven que caminaba con paso rápido por la Carrera 7 de Bogotá cuando lo detuvo un Policía para requisarlo por considerar que llevaba “una prisa sospechosa”. Carlos Angulo se sacudió la opresión de generaciones, la sumisión de tantos y reaccionó encolerizado con una altivez que paralizó a las autoridades.Cuando el agente le dijo “Negro, una requisa”, Angulo reaccionó sin frenos. Tiró al piso los objetos que llevaba en su mochila, nada distinto a la ropa que iba a sudar y se desfogó de una humillación enconada: “Para el patrón es sospechoso que llegue tarde, pero para ustedes es sospechoso que vaya rápido, me está haciendo perder tiempo y hoy si me voy a rebotar, me cansé de que me digan negro, niche, moreno que no nos respete la humanidad”, les gritaba, mientras una joven transeúnte María Alejandra Pulido sacó su celular y grabó la escena y luego publicó el video en internet.La rebelión de Angulo terminó en los noticieros, ha recorrido el mundo y se convirtió en tema de reflexión de muchos columnistas como Juan Mosquera que relató su propia historia de exclusión y burla por ser hijo de padre negro chocoano y madre blanca antioqueña. “En mi primer día de clases, en kínder, un niño en el salón me dijo ’yo no me junto con negros… ¡negro!’, yo no entendí por qué me decía eso y llegué luego a casa a preguntar qué era un negro.Recuerdo los escupitajos en la espalda con los que unos chicos me atacaban en el colegio insultándome por negro. En casa no nos veíamos por colores sino por nombres.Mi papá me enseñó que muchos me verían negro por fuera pero que no debía olvidar que también soy blanco por dentro. No estoy aquí para negar los dos ríos de los que vengo sino para afirmarme en el mar de esa combinación. Nada es más puro que la mezcla.Hay aquí una ecuación básica y fatídica: prejuicio + poder = racismo. Pero esos recuerdos no me definen por entero.Hace tiempo que decidí no fijarme más en las señoras que por reflejo apresuran el paso, aprietan su cartera o se cambian de acera si uno viene caminando atrás (…)”.Ha seguido su vida de periodista exitoso y como Caterine Ibargüen, la atleta más importante de Colombia quien con su sonrisa blanca ilumina su cara, cree que se puede vivir en un país en el que cabemos todos, sin distingo. Ese país que el ebanista Angulo no ha conocido pero que ya es hora de que cambie.