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Lo que no tiene nombre

Sí, Lo que no tiene nombre, ese es el título del libro...

14 de junio de 2013 Por: María Elvira Bonilla

Sí, Lo que no tiene nombre, ese es el título del libro de Piedad Bonnet porque es precisamente la pena que no tiene nombre en ningún idioma: la muerte de un hijo. Me releí este testimonio desgarrador que toca las fibras universales del dolor humano y no puedo menos que recomendar su lectura obligatoria. Está escrito con rigor, con un tono contenido y unas palabras controladas para ni dejarse llevar por el melodrama o cualquier amague de sensiblería, que por lo demás estaría más que justificada. Pero Piedad no se deja llevar por su tragedia personal. Trasciende al sentimiento universal y por esto el libro toma altura. Por eso no es un testimonio familiar sino una obra literaria. Además de conmovedor y doloroso, es un libro valiente. No solo por tratarse de la muerte de un hijo sino de un suicidio. Piedad relata con una crudeza indescriptible el descenso de Daniel, atrapado en la esquizofrenia, hacia el infierno y la impotencia de quienes lo querían para detenerlo, para engancharlo a la vida. Fueron muchos los momentos en que pareció no haber luz al otro lado del túnel, los delirios persecutorios, las alucinaciones, los embates de la demencia, el laberinto de una mente confundida y atormentada que terminan truncando el talento de creador y artista de Daniel Segura que no logra arrebatarle a la locura los efímeros minutos de sosiego que necesitaba para poder jugar con la paleta de colores y pintar, pintarse a si mismo como lo hizo en muchas ocasiones. Unos retratos llenos de fuerza unidos a otros dibujos que Piedad también recogió en una carpeta en la conmemoración del primer aniversario de su muerte.Piedad Bonnet escribe sin pudor la caída su hijo en el socavón de la desesperanza, de la desilusión que concluye en el vacío que lo empuja a lanzarse de la azotea de un edificio en Nueva York. Un recorrido por la precaria condición humana: el rechazo social a las enfermedades mentales, la indolencia médica, los diagnósticos erráticos y el aprisionamiento de las estructuras rígidas del sistema de salud. Relata cómo todo resulta inútil cunado se va configurando lentamente aquello que los psiquiatras llaman ‘la tormenta perfecta’ cuyo desenlace final es siempre el suicidio. Piedad guardó celosamente las palabras para este libro. Durante los primeros meses del duelo se encerró en sus recuerdos hasta que el relato se transformó en urgencia. Necesario. Para ella y para Daniel. “Porque narrar equivale a distanciar, a dar perspectiva y sentido. Porque a pesar de todo, de mi confusión y mi desaliento, todavía tengo fe en las palabras. Porque aunque envidio a los que pueden hacer literatura con dramas ajenos, yo solo puedo alimentarme de mis propias entrañas”.Adendum. No puedo dejar pasar la oportunidad de compartir con los lectores el arranque de una nueva aventura periodística digital: Las dos orillas. Esta vez confluyó el entusiasmo de doce colegas periodistas y el de un comprometido empresario del mundo de los sistemas, para construir un espacio donde tendrán cabida todas las historias, todas las voces, todas las miradas: www.las2orillas.co. Un revista digital de la cual seré su directora que buscará mostrar con rigor y calidad periodística el país de siempre y la Colombia olvidada.