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Lección para los hijos de papi

La reacción de repudio que produjo la soberbia del ciudadano Nicolás Gaviria...

6 de marzo de 2015 Por: María Elvira Bonilla

La reacción de repudio que produjo la soberbia del ciudadano Nicolás Gaviria frente a la autoridad de un policía, ha puesto en evidencia que cada vez menos gente se aguanta a los llamados “hijos de papi”. Que equivale a decir hijos del privilegio. Aquellos que se sienten intocables. Se trata de un bogotano de treinta años cuyo negocio es organizar fiestas privadas, a quien grabaron cuando insultaba a un agente que intentaba controlarlo, restregándole la frase: “es que usted no sabe quién soy yo”. El video que muestra su intención de desautorizar a la autoridad por cuenta de sus relaciones de poder político, social o económico ha rodado masivamente por redes sociales generando múltiples reacciones. Esa arrogante frasecita revela el alma confundida y perdida que tienen aún muchos en el país. En el caso de Gaviria, nada en su vida parecería construido por mérito propio. Es un típico hijo de papi, a quien todo le ha sido resuelto sin que medie esfuerzo personal alguno. En su caso, su condición se la debe a un abuelo cafetero que dejó una fortuna de origen poco claro, con la que logró instalar la familia en Bogotá y relacionarla con todas las formas de poder, incluso el presidencial. El odioso poder de las influencias que le sirvió a Nicolás Gaviria para amenazar con un coronel que aseguró le evitaría su detención en una estación de policía. Como en efecto sucedió. La gente y con razón, ha ido adquiriendo consciencia de sus derechos, y ha aprendido a hacer respetar su dignidad. La sanción social que ha recibido Nicolás Gaviria ha sido un golpe a su arrogancia, una humillación, que ojalá sepa leer como una lección de vida. El video permitió verse en su pequeñez y conocer sus despreciables facetas inhumanas. Tal como se lo hizo saber una mujer en la carta que le escribió: “Sabe quien soy yo, señor Gaviria? Soy la esposa de un policía que día a día sale a trabajar, a encontrarse gente como usted en la calle, gente humillativa y sin valores, gente que maltrata e insulta subestimando a los demás por su condición de trabajadores y empleados estatales, una esposa que siente el dolor de un marido abrumado por los problemas en la calle, por las amenazas de muerte muy parecida a la suya que día a día se gana y por el mal trato que muchas veces recibe en cumplimiento de su deber(…) Yo no tengo a quien llamar para que le protejan la vida a mi marido, en cambio usted pudo haber llamado a su tío o directamente al General Palomino para que lo defiendan. Yo solo podré recurrir a mi fe y a mi Dios para que siempre proteja a mi esposo de personas como usted que libremente andan alardeando de lo mucho que tienen pero de lo vacío que está su corazón”.Nicolás Gaviria forma parte de quienes violan las normas de convivencia social. Aquellos que atropellan porque creen que pueden hacer lo que se les venga en gana. De los que no respetan colas, sobornan para no pagar multas, pagan coimas, compran grados; los reyes del atajo que no se siente iguales frente a la ley. Esa confusión que ha permitido afirmaciones como “es que usted no sabe quién soy yo”, es la que tiene al país desorientado y a la gente extraviada de sí misma, incapaz de conocer su verdadera dimensión como seres humanos. Y el señalamiento y la vergüenza pública sean el castigo que Nicolás Gaviria necesitaba.