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La última lección de Carlos Gaviria

El magistrado que abrió camino a los derechos individuales en la Corte Constitucional, el único candidato presidencial que logró unir la izquierda en una votación más que significativa, pero sobre todo Carlos Gaviria Díaz el maestro, hace falta.

3 de mayo de 2018 Por: María Elvira Bonilla

El magistrado que abrió camino a los derechos individuales en la Corte Constitucional, el único candidato presidencial que logró unir la izquierda en una votación más que significativa, pero sobre todo Carlos Gaviria Díaz el maestro, hace falta. Una referencia obligada en estos tiempos de confusión.

Pocos días antes de morir, padeciendo la enfermedad pulmonar que terminaría llevándosel prematuramente hace tres años, Carlos Gaviria se sobrepuso para cumplir una cita que le resultaba inaplazable: participar en la cátedra de Maestros para maestros en el Gimnasio Moderno de Bogotá. Nada más importante para Gaviria que la educación como motor de transformación individual y colectiva y de construcción de sociedad.

La cortesía de Gaviria, el respeto por la gente, por los humildes, por sus alumnos a los que nunca les falló, incluso cuando estaba en las ocupaciones de la Corte Constitucional y en las campañas presidenciales, se expresa en la introducción que hizo a su charla en el auditorio del Gimnasio Moderno: “Me excuso porque no he superado totalmente un incidente de bronconeumonía y mi voz está muy precaria. Incluso tengo que transgredir un hábito, me gusta hablar de pie paseándome, pero hoy debo hacerlo con esta limitación”, les dijo. El popular video de la conferencia en el canal Youtube, muestra a un maestro cansado pero invencible capaz de hablar durante una hora y media asegurándose premonitoriamente de no dejar nada guardado. ¿Cómo educar para la democracia?, fue la pregunta que intentó responder.

La estrecha relación entre educación y democracia es abordada por Carlos Gaviria a propósito de la decisión política colectiva. Sin un exitoso proceso de educación que fomente la libertad, no podría asegurarse en la práctica un sistema de gobierno basado en la autonomía personal y colectiva. Una democracia sólida presupone personas que piensan, reflexionan, discutan y, por lo mismo, disientan permanentemente con pensamiento y opiniones libres. El disenso es constitutivo de una democracia sana, mientras el fanatismo o la unanimidad son signos de lo contrario, de atraso. Un verdadero demócrata no puede manipular a la opinión con mentiras, verdades a medias, ideas erráticas o propuestas irrealizables.

En una verdadera sociedad democrática, se habla de derechos y no de privilegios. Jamás tendría espacio expresiones abusivas como las de “¿usted no sabe quién soy yo?”. Y esto se da, según Gaviria, porque “sabemos que aquí al ciudadano corriente lo tratan mal y para no ser tratado así, intenta insertarse en uno de los grupos de poder, de apellido, para que no lo consideren como un cualquiera, cuando en una democracia lo bello es ‘tráteme como a cualquiera’”. Frente a los derechos, todos somos iguales. Y para construir esa democracia el primer ingrediente es la educación, orientada a formar buenos ciudadanos, buenas personas para la convivencia.

Una visión que comparten Antanas Mockus y el candidato presidencial Sergio Fajardo quienes le han apostado toda su vida y de cara al futuro, a la educación como motor de transformación. Como buen maestro, a Fajardo se le ve convencido y paciente, seguro tal vez de que los cambios tardan pero llegan, sin prisas, sin manipulaciones, sin compra de conciencias. Una siembra que ojalá de la cosecha electoral fecunda que espera.

Sigue en Twitter @elvira_bonilla