El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Artículo

La llave del Obispo

La desconfianza institucional es absoluta y todo lo que venga de los gobiernos nacional y locales termina rechazado así que la Iglesia ha tenido que trazar una hoja de ruta con base a la confianza interpersonal.

20 de mayo de 2021 Por: María Elvira Bonilla

La casa sencilla de Monseñor Darío Monsalve en un barrio popular en el sur de Cali se ha convertido en paso obligado para intentar descifrar la explosión social y encontrar claves hacia una salida. Allí llegan funcionarios públicos, ministros, enviados por el presidente Duque, escuchan, hacen reuniones, anuncios y se van. Recibe también llamadas de dirigentes políticos nacionales a los que informa pero con los que mantiene reserva y cautela, para evitar contaminación.

Y tienen razón en buscarlo, porque Monseñor Monsalve completa diez años sudándola, caminando las barriadas populares, las mismas donde ha brotado este grito de protesta, desordenado y caótico, -y violento en algunos casos- que toca leer bien para encontrar soluciones adecuadas. Las fórmulas macro sacadas del cubilete de la burocracia bogotana pueden terminar estorbando.

El arzobispo conoce a los protagonistas, los líderes barriales, sus familias, las ha acompañado en las malas, que no le son ajenas, y lo más importante: genera confianza. Los recibe en su casa, y entre todos busca fórmulas para avanzar.

La crisis de Cali supera el análisis de las causas en simplemente en la inequidad económica y desigualdad social; la mirada convencional de pobres contra ricos, de malos y buenos, de ilegales y legales se queda corta. Todo pareciera inédito, desafiante y complejo y no se limita a bombear, como sacados del sombrero, recursos presupuestales para apagar el incendio, con ejecuciones burocráticas orientadas por los tecnócratas sociales.

La desconfianza institucional es absoluta y todo lo que venga de los gobiernos nacional y locales termina rechazado así que la Iglesia ha tenido que trazar una hoja de ruta con base a la confianza interpersonal.
Un ejercicio paciente y de horas de escucha, construido sobre la base de la consigna: Concertación Si, confrontación No. Esta vez quienes protagonizan las protestas y los bloqueos, quienes conforman las resistencias en los barrios buscan dejar de ser invisibles y tenidos en cuenta en la solución. Ser escuchados. Se ha logrado por lo menos construir una interlocución entre movimiento de voces dispersas: la Unión de Resistencia de Cali (URC), que reúne los 25 puntos del paro, que llaman puntos de resistencia donde han operado los bloqueos y cubre toda la geografía urbana de Cali.

El desafío lograr descifrar y concretar demandas de 20.000 jóvenes desescolarizados, de los cuales al menos 5000 han sido marginados de todo, quienes como ellos mismos dicen no tienen nada que perder, y para quienes las barricadas terminan siendo una ganancia, de empoderamiento y la visibilización buscada. Esto vuelve complicados y efímeros los exclusivos despejes por la fuerza y que solo la concertación con cimientos firmes, concreta y cierta sea una solución a largo plazo que con permanencia cambiará el clima social de la ciudad.

Y allí la confianza que siembra un ejercicio pastoral con la gente a lo largo de años cuenta, así muchos no gusten del arzobispo y los incomode. Habla claro, sin ambages, y como el Papa Francisco desde el Vaticano, le apuesta a la justicia social y llega incluso hasta acompañar estas luchas que han tomado la forma de un polvorín social que a pesar de lo traumático, de manejarse bien, podría ser también una oportunidad de transformación para la ciudad de Cali.
Sigue en Twitter @elvira_bonilla