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La hora de los sapos

Pululan los sapos y los señaladores en las audiencias de imputación de cargos de la Fiscalía y en los juicios.

25 de octubre de 2018 Por: María Elvira Bonilla

La justicia colombiana ha ido quedando en manos de los sapos, a quienes ‘Bonar’ -Alfonso Bonilla Aragón- se refirió, hace 25 años en una columna titulada ‘Los señaladores’, como “una vergonzosa alimaña igual que el traidor y el delator; personajes despreciables, sin lugar siquiera, en la ‘Historia universal de la infamia’”, la inolvidable obra de Jorge Luis Borges.

El Sistema Penal Acusatorio que inauguró el fiscal Mario Iguarán en el gobierno de Álvaro Uribe el 1 de enero del 2015, le redefinió funciones a la Fiscalía General de la Nación con nuevas facultades como la imputación de cargos y el principio de oportunidad.

Este último le abrió la puerta a la colaboración con la Justicia para aportar información útil y cierta a las investigaciones mediadas por la reducción de penas y favorecimiento en los procesos en los que los implicados se declaran culpables. Un mecanismo que ha permitido avanzar en algunos casos pero también para enlodar e inducir a fiscales y jueces a cometer injusticias y privar de la libertad a inocentes.

Como tantas cosas en el país, no siempre las mejores, el nuevo sistema penal nos llegó de Estados Unidos donde en el fundamento de la aplicación de justicia pesan las delaciones y los defensores se vuelven expertos no en argumentar sino en negociar información para obtener beneficios sobre las penas.

En Colombia la realidad cultural, de mentalidad frente a la verdad y la mentira es bien distinta. En la cultura anglosajona la mentira, mentirilla o mentira piadosa, se castiga, igual que los comportamientos que induzcan al error. En Colombia mentir forma parte del código de comportamiento social y los mentira-fresca pasan más por vivos, que se predomina, y no por delincuentes.

La verdad es esquiva, así como la sinceridad y la autenticidad se asocia a la bobada y estas terminan aplastadas por la falsedad, el engaño, la apariencia, el arribismo, la simulación. De allí que resulte tan riesgoso estimular las delaciones a punta de recompensas judiciales que además derivan en traiciones y venganzas de baja calaña para salvar el pellejo.

Pululan los sapos y los señaladores en las audiencias de imputación de cargos de la Fiscalía y en los juicios. Con el corolario obligado: la multiplicación de los falsos testigos, los testimonios comprados o bajo presión. Sucedió con los paramilitares en los procesos de Justicia y paz y los que están extraditados, quienes imbuidos de odio y venganza, involucran con testimonios a terceros, sin documentos fácticos, basados solo en testimonios orales a veces difíciles de desvirtuar, en donde el cinismo de los simuladores puede terminar imponiéndose con las consecuentes y en algunos casos dramáticas consecuencias judiciales para los señalados.

La traición y la venganza, uno de los peores bajos instintos, un motor en la construcción de pruebas, pueden devolverse como un boomerang destructor de valores en una sociedad tan moralmente frágil como la colombiana.

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Adendum: Y en medio de este panorama sobrio que nos rodea, llega la tristeza. Arrasando.

Se nos fue Juan Cristobal Romero, con su música; su violín; con su simpatía y su generosidad, su queridura. Una gran persona, de esas que van quedando tan pocas en este mundo, donde pareciera que el mal anda suelto.

Sigue en Twitter @elvira_bonilla