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El servicio militar para la paz

Podría decir que fue un triunfo de los objetores de conciencia. Con...

13 de noviembre de 2015 Por: María Elvira Bonilla

Podría decir que fue un triunfo de los objetores de conciencia. Con su persistencia abrieron trocha para convencer que tener que enfilarse al frente de batalla como condición para poder tener una vida social y laboral normal, no era justo. Y además una condición desigual que los jóvenes de familias acomodadas lograban hacerle el esguince. Mientras que para aquellos crecidos en barrios populares de las ciudades o zonas rurales resultaba inaplazable terminar completando el casi medio millón de uniformados del Ejército de Colombia, sin oportunidad siquiera de opinar.La resistencia a dejarse arrastrar al triste camino del cuartel y del infierno de la selva llevó a que los jóvenes vinculados al movimiento de objetores de conciencia, se multiplicaran de una manera drástica. Muchachos dispuestos a asumir el riesgo de castigo y calabozo, por defender su convicción profunda de hacer cumplir el Quinto mandamiento: No matarás. Amparados en el artículo 19 de la Constitución Nacional, que defiende el derecho a no actuar contra los dictados de la propia conciencia se juntaron en Barrancabermeja, Cartagena, Barranquilla, Cali, Putumayo, Arauca, Medellín para no empuñar las armas contra sus convicciones. Un derecho que también reconoce la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, al aceptar la objeción de conciencia al Servicio militar obligatorio como una “forma legítima de ejercer el derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión”.La persistencia de los muchachos dio sus frutos. El propio presidente Santos acaba de echar a andar un acuerdo que permite enrolarse en un primer empleo sin libreta militar; reducir de 28 a 24 años la edad máxima para prestar el servicio obligatorio y establecer facilidades para el pago de las multas, medidas dirigidas a solucionar la situación militar. Pasos en la dirección correcta que deberían ser complementados por una decisión de fondo que le abriera la puerta al servicio civil obligatorio como un estímulo formativo para resembrar el espíritu de solidaridad, de consideración por el otro, de empatía con los más vulnerables, un sentido de humanidad que toda sociedad requiere y que en el mundo entero se ha ido evanesciendo.En las ciudades se trata de impulsarle a los bachilleres, como remate de su primera etapa educativa y previo a emprender la formación profesional, una inmersión en un país distinto al de su cotidianidad de confort y aprender a mirar, a trabajar con el otro; con quienes los necesitan, en temas de educación, conservación ambiental, preservación, atención de desastres naturales y humanitarios, actividades creativas que miles de jóvenes estarían dispuestos a realizar con entusiasmo como alternativa a disparar el fusil.Para otros será la oportunidad de recorrer el territorio dejándose asombrar por un país desconocido imposible de caminar en tiempos de guerra. Hacer del servicio civil obligatorio una oportunidad para encontrarse jóvenes urbanos y campesinos a pensar en la construcción de los ideales de la nación que empezar a labrar, la Colombia del post-conflicto. Eso sí sería vivir un post-conflicto real, sin retórica; un cambio de mirada frente a la realidad de las veredas y los pueblos que han resistido en medio de las balas. El verdadero servicio militar para la paz.