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El santismo en acción

Con guantes blancos y mucha sutileza, al mejor estilo ‘santista’, el presidente...

11 de febrero de 2011 Por: María Elvira Bonilla

Con guantes blancos y mucha sutileza, al mejor estilo ‘santista’, el presidente Juan Manuel Santos logró lo que hubiera querido siempre su antecesor Álvaro Uribe: silenciar la liberación de los secuestrados. Con la lógica perversa -con la que se ataca a Julian Assange, el hombre de los wikileaks- de que el responsable de las malas noticias es el mensajero, el Gobierno persuadió a los medios y convenció a la ex senadora Piedad Córdoba, para hacer de la entrega de los secuestrados por las Farc un episodio menor. Con el argumento de no querer volverlo un show mediático la rutina del día a día borró un hecho humano de primera magnitud: arrebatarle a la selva un colombiano inocente.Pero resulta que la liberación de compatriotas que llevan meses, años en el monte debía ser motivo de júbilo nacional. De celebración. Una noticia que amerita ser comunicada por los medios de comunicación en directo. Sin embargo existe, especialmente entre quienes manejan el poder, la falacia de creer que no hablar de los hechos equivale a negar las realidades. Y no es cierto. Podemos no mentar a la guerrilla de las Farc y no mostrar las liberaciones de los secuestrados y, sin embargo, la selva con su horror donde permanecen centenares de colombianos y la guerrilla, despreciable, están allí, como variables innegables de nuestra realidad nacional. Gústenos o no.Aprovecho para recordar el título con el que Julian Assange bautizó su misiva cuando fue detenido el año pasado en Inglaterra. La tituló: No le disparen al mensajero. La obligación de los medios, todos los que estamos dedicados al oficio del periodismo, es informar, hacer las veces de mensajero, transmisor de buenas y malas noticias. Publicar sin miedo y con desnudez los hechos que deben ser de conocimiento público para que la gente se informe, piense, reflexione, proteste, reaccione como quiera. Sólo que en situaciones de guerra, como la colombiana, ese derecho no siempre se puede ejercer. Con el manejo del tema de las liberaciones, Juan Manuel Santos ha resucitado el viejo estilo ‘santista’, una tradición que el país conoció muy bien en el siglo pasado y a través del manejo que el periódico El Tiempo sabe darle a la información. Se caracteriza principalmente por ‘hacerse pasito’, con lo cual, como quien no quiere la cosa, se consiguen los resultados esperados sin aspavientos y con persuasión. El efecto santista de gobernar, con cortesía y buen trato, ‘por las buenas’, logró apaciguar el entusiasmo de Piedad Córdoba, conocida por su independencia y alevosía. No hubo ruedas de prensa, ni sofoco en Villavicencio. Al recién liberado, el concejal Marcos Baquero, a duras penas le vimos la cara y la voz aún no se le conoce. Era patética la imagen de una Piedad Córdoba con el ex presidente de la Comisión de reparación Eduardo Pizarro -un cargo que tenía rango ministerial- fungiendo de guardaespaldas de la ex senadora, para asegurar su silencio y su discreción. No hubo teléfono celular ni twitter y los ciudadanos nos quedamos sin saber realmente como transcurrió una misión que tomó dos meses preparar. Santos logró lo impensable: que las liberaciones no dieran para interrumpir la programación habitual de televisión y que algunos medios impresos ni siquiera registraran la noticia en la primera página del periódico.