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El mundo de ayer

Pero no son los duelos los que han llamado a recurrir a la memoria como fuente de vida. Es el encierro también

17 de junio de 2021 Por: María Elvira Bonilla

Tiempos estos de funerales y despedidas. Muchos, demasiados. Está semana serán 100 mil los colombianos que se ha llevado el covid. Cifras estadísticas sin nombre y apellido, pero cada uno con su historia personal, con su familia, con su batalla perdida.

Cada quien con su duelo personal, sin posibilidad del consuelo de un varazo, cada quien la soledad de su casa, frente a una pantalla de computador en una ceremonia Zoom. Observando, escuchando leer cartas luctuosas que llegan de lejos, de tanto ausente que también por la pandemia no ha visto a sus parientes en meses, o las palabras que leen los pocos que pueden acompañar personalmente a los que parten. Todos son recuerdos, momentos compartidos más felices, más gratos, más vitales de lo que le queda a cada quien agarrarse en estos tiempos sombríos. Difíciles, desafiantes, exigentes.

Pero no son los duelos los que han llamado a recurrir a la memoria como fuente de vida. Es el encierro también. El aislamiento, la realidad de no poder compartir, socializar, conversar, porque el miedo atropella y paraliza. Derrota. Miedo al contagio que equivale a miedo a la muerte. Y de paso miedo al otro, es decir, miedo a socializar.

La soledad ensimisma, pone a funcionar la máquina del tiempo, y de allí la sobreproducción de libros y en especial de memorias. La lista es larga. Pero me voy a referir al libro de Guillermo Angulo, Gabo+8, uno de los últimos sobrevivientes en plena lucidez a sus 93 años, de la generación nacida en la primera parte del siglo pasado. Es el mundo de ayer. Y en mi caso lo miro con una nostalgia galopante.

En Choachí en la casa señorial que le perteneció al expresidente conservador Miguel Abadía Méndez, mientras Vanna su compañera de todas las horas descendía en el pozo de la desmemoria, el fotógrafo Guillermo Angulo le echó mano a sus recuerdos. Escribir se había convertido en la manera de enfrentar el aislamiento y de compensar la ausencia de las tertulias en su jardín de orquídea, esa flor loca que sorprende con sus corazones coloridos, un milagro de la naturaleza cuyo cultivo se vuelve arte. Como para tantos en la pandemia los difuntos recuperan vida como compañía.

Aunque Gabo+8 gira alrededor de su amistad hasta el último suspiro del García Márquez, ésta es un pretexto para realizar un recorrido por los protagonistas de la vida intelectual y cultural que floreció e iluminó a Colombia en el cambio de siglo. Por sus páginas pasan en forma de anécdotas salteadas los intelectuales y artistas que desde distintas ciudades y círculos alrededor de la pintura, la escultura, la literatura, permanecían conectados, unidos por el inexpugnable don de la creatividad. Allí están todos, que no caben en esta lista, Fernando González, Mejía Vallejo, Alberto Aguirre, Rogelio Salmona, Rarmírez Villamizar, Jorge Zalamea o Valencia Goelkel, Álvaro Mutis. Pero también Álvaro Cepeda, Obregón, Fuenmayor, y las mujeres, grandes ellas, Cecilia Porras, Freda Sargent, Débora Arango, Emma Reyes. Sin mencionar los contemporáneos latinoamericanos.

Su lectura que deja una huella de nostalgia que nos remonta a la herencia de nuestros mayores ausentes parte esencial de este mundo de ayer y que recordarlos se vuelve sanador en estos tiempos ásperos de tanta incertidumbre.
Sigue en Twitter @elvira_bonilla