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El juego de los mediocres

La voz de los jóvenes de las 25 barricadas de Cali que se hacen llamar Unión de Resistencias Cali, no puede quedar silenciada por los vándalos provocadores ni por el miedo paralizante

3 de junio de 2021 Por: María Elvira Bonilla

Cuando las protestas pacíficas terminan salpicadas de violencia irracional, de caos, de vandalismo, todo se enturbia y se vuelve dolorosamente confuso. El miedo empieza a mandar. La autodefensa y la autoprotección y el pavor defensivo, frena cualquier cambio. Impera la mentalidad de la gente de bien versus los peligrosos, los desadaptados, los que amenazan el estado de tranquilidad y de confort. Se profundiza entonces la polarización y las reacciones radicales, contrario a lo que requieren la situación actual de comprensión para encontrar soluciones.
Algo de esto, creo que está pasando en Colombia y en Cali.

La voz de los jóvenes de las 25 barricadas de Cali que se hacen llamar Unión de Resistencias Cali, no puede quedar silenciada por los vándalos provocadores ni por el miedo paralizante. Antes de temerles, hay que escucharlos. Lo que sucede en Cali es bien particular, distinto al resto del país, y podría ser una oportunidad para avanzar en la búsqueda de unos equilibrios aplazados y transformación de injusticias acumuladas en el tiempo.

El covid, agresivo e implacable con los contagios y muertes confinó a la gente a sobrevivir en familias y comunidades, sin posibilidades de socializar con una movilidad frenada por las cuarentenas y los toques de queda prolongados. Medidas draconianas que en perspectiva resultan bastante cuestionables, pero el daño está ya hecho. Los vecinos fueron por más de un año casi que los únicos vínculos cotidianos y de allí que la organización de las 25 resistencias sea geográfica; territorial.

Si se compara el mapa de desempleo de Cali en el 2019 con el del 2020, después de un año de azote de la pandemia, los núcleos críticos de miseria y cifras de desempleo incrementadas entre en un 25% y 35% están localizados en las mismas comunas donde se han dado los bloqueos y permanecen las llamadas Resistencias, con grandes concentraciones de jóvenes NI NI –sin oportunidad de estudio ni trabajo, ni ingreso alguno.

Realidades de un gobierno manejado con la terquedad de un presidente como Iván Duque, sordo, como se vio con la Tributaria que incendió al país y con las marchas del 2019, que insiste en apostarle a la carta de los mediocres, que le juegan al desgaste. Atrapado en la trampa de los vivos que creen que aplazar es solucionar, busca chatamente rutas de apaciguamiento y no de transformación.

En la base de la explosión social hay demandas que piden a gritos mejores condiciones de existencia, de vida digna, a los que debemos responder como sociedad. Y los dineros públicos deberán ser reorientados y al alcalde Ospina no le queda más que dar un timonazo:
adiós a los embelecos suntuarios y recursos dirigidos a responder a las concertaciones producto del diálogo con las resistencias, que deberían además participar de la ejecución trasparente de los recursos. Cali podría ser ejemplar en el camino que logre trazar haciendo de los muchachos de las protestas y los bloqueos parte de la solución. Un desafío democrático.

Adendum: Con los contagios y las muertes disparadas por el covid y las UCI al 98% a los gobernantes les dio por tirar toalla y dejar la gente a su suerte. Derrotados, decretaron normalidad, apertura total y que pase lo que pase. Una lógica incomprensible, racionalidad de Patria boba.
Sigue en Twitter @elvira_bonilla