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El caso de Ray Schambach

La justicia a veces resulta sorda y ciega, pero no muda. Son...

3 de agosto de 2012 Por: María Elvira Bonilla

La justicia a veces resulta sorda y ciega, pero no muda. Son implacables. Olvidan que tienen en sus manos el poder de decidir sobre la libertad, el patrimonio y la honra de las personas. Es el caso del padre Ray Schambach, de quien de su bondad, generosidad y entrega a los más necesitados pueden dar fe miles de personas y está ahora acusado de lavado de activos. Tres magistrados del Tribunal Superior de Cali, Roberto Felipe Muñoz, Juan Manuel Tello y Víctor Manuel Chaparro ratificaron en segunda instancia el fallo de la juez Beatriz Eugenia Medina por este delito que, no cabe en cabeza alguna, Ray Schambach hubiera podido cometer. El proceso en su contra cumple 12 años de vueltas en los laberintos del sistema judicial. Todo empezó cuando Ray estaba al frente de la atención de mil enfermos mentales en Sibaté. Un grupo de empresarios de Cali, conocedores del trabajo y la persona, decidieron hacerle una donación para lo cual abrieron una cuenta fiduciaria en CorfiPacífico a nombre del Hogar San Francisco de Asís, del cual Ray era director y representante legal. La donación se empleó en las obras de Sibaté como estaba previsto pero la cuenta de Cali no se cerró y quedó con un saldo de $123.000. Ray Schambach, quien vivía en la Comunidad de la Divina Providencia en Bogotá, se olvidó del asunto hasta que recibió un año después una citación de la Fiscalía. Sin su conocimiento ni, obviamente, su consentimiento, la cuenta había tenido un millonario movimiento atribuido por los investigadores a actividades de lavado de dinero. Schambach demostró que su firma había sido falsificada y que era completamente ajeno a lo sucedido, demostrándolo en innumerables careos contables. Decenas de personas testificaron dando fe de la inocencia del padre y sus calidades morales, de austeridad y rectitud. La Procuraduría lo absolvió y pidió el cierre del expediente.Corfipacífico era de propiedad de Álvaro José Lloreda, quien además de conocer a Ray es pariente suyo. Lloreda nunca dio las explicaciones necesarias como ocurrió con otros casos de dineros de caleños que terminaron damnificados por los manejos irregulares de la entidad financiera, por lo que Alvaro José Lloreda fue acusado por la Fiscalía y está prófugo de la justicia.No han valido los argumentos jurídicos, ni las pruebas que presentó la defensa del padre Ray Schambach. Pero algo más grave. Ni estos jueces ni la mayoría de los que imparten la ley en Colombia se toman el trabajo de ir más allá y averiguar, sopesar y contrastar la vida de las personas detrás de los expedientes. Habría bastado realizar una visita al Hogar San Francisco de Asís en Arroyohondo, en Dapa, donde el Padre Ray intenta hacerle mejor los últimos días a decenas de ancianos o visitar cualquiera de las obras sociales de la Comunidad de la Divina Providencia en los últimos rincones del país, para poner en duda los indicios iniciales y convencerse de que Ray Schambach no habría nunca cometido ese delito. Mandarlo a la cárcel sería una injusticia mayúscula. La última palabra la tiene la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia, a donde llegará el recurso de casación. Ojalá esta vez la justicia se haga sentir.