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Duque: ver, oír y callar

Un gobernante con liderazgo reaccionaría distinto. Cogería el toro por los cuernos, a la manera del jefe político de Duque, el expresidente Uribe, que dígase lo que se diga respondía a las dificultades, y de frente

22 de octubre de 2020 Por: Vicky Perea García

Tres monos sabios tapándose los ojos, los oídos y la boca representados en una antigua escultura del Siglo XVI, forman parte de la cultura japonesa. No ven, no oyen y no hablan. Una alegoría para llamar a ser prudentes, guardarse palabras y emociones para evitar conflictos, problemas. La pequeña escultura me hizo pensar en el comportamiento de Iván Duque pero de otra manera. Porque el Presidente sí ve, sí oye, pero calla.

Y no creo que sea un caso de cinismo ni indolencia, sino de táctica política. Frío cálculo en el que pone en la balanza las presiones de mano dura de sectores de su partido y jefe político Álvaro Uribe, pondera encuestas de opinión pública y mide la fuerza cuantitativa de la protesta.
Y se queda quieto. Envía emisarios para intentar apagar el incendio y juega a dividir y fragmentar los distintos sectores que protestan, sin leer más allá. Esa fue su respuesta a las manifestaciones, masivas y legítimamente ciudadanas del pasado noviembre. Armó reuniones sectoriales en las que el secretario general de Presidencia, Diego Molano, tomaba nota. Consiguió lo que buscan los gobernantes inmediatistas: desactivar el malestar, apaciguar las aguas superficiales sin ocuparse del mar de fondo.

Vuelve y repite fórmula con las comunidades indígenas. La apuesta al desgaste. Los integrantes de la Minga -la representación de pueblos indígenas que comparten territorio en el departamento del Cauca-, lo esperaron en Cali, viajaron a Bogotá, hombres mujeres y niños en chivas sometidos a un gran esfuerzo físico; llegaron a la Plaza de Bolívar, los oyó el país logrando escalar sus demandas de la región, pero el Presidente no apareció, justificándose con el cliché repetido de un gobernante a la defensiva: no actúo bajo presión.

Este martes fue otro grupo plural el que estuvo en la Plaza de Bolívar, también cargado de insatisfacción, con malestar desatendido: maestros buscando regresar a clases con bioseguridad; desempleados y quebrados por la pandemia tras los auxilios que no llegan oportunamente; trabajadores de salud pidiendo seguridad; ‘Ni nis’ jóvenes que ni estudian ni trabajan, expresando con su presencia no solo sus cuestiones sino protestando por la violencia in crescendo, arrasando con líderes sociales en veredas y pueblos.

Son las miles de voces que se escuchan permanentemente en las redes sociales y cuando salen a la calle es porque el desespero amenaza desbordarse. La respuesta oficial no puede seguir siendo la misma: “No eran tantos” y con ello minimizar y en lo posible invisibilizar expresiones sociales que podrían ser campanazos importantes de leer con lucidez.

Un gobernante con liderazgo reaccionaría distinto. Cogería el toro por los cuernos, a la manera del jefe político de Duque, el expresidente Uribe, que dígase lo que se diga respondía a las dificultades, y de frente.
La apuesta al desgaste de los ciudadanos que protestan además de irrespetuosa es una salida falaz que arriesga a que la frustración y amargura incuben más resentimiento y rabia, que más temprano que tarde explotarán. Los áulicos de tono menor que rodean al Presidente, corean al gobernante ausente y le alimentan su creencia de que los problemas acaban disolviéndose con el tiempo, basta dejarlos quietos, ignorarlos creyendo que se solucionan solos, que se disuelven. Mala cosa.

Sigue en Twitter @elvira_bonilla