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Duque, el sordo

Y el improvisado ministro de Defensa Diego Molano, toda una vida escalando cargos, de puesto en puesto por los vericuetos de la burocracia desde Acción social hasta el Icbf para terminar de gran jefe de las FFMM

6 de mayo de 2021 Por: María Elvira Bonilla

No voy a hablar de los vándalos que hicieron de Cali un escenario de destrucción y de barbarie, de ira contenida y de odio represado que tomó las peores formas de violencia contra objetivos precisos del sector financiero, sedes institucionales de la Alcaldía y cuanto edificio público encontraron en pie. Y luego del desborde anárquico de esta semana que tiene a la ciudad desabastecida de alimentos y gasolina, barrios sitiados y ciudadanos indefensos atemorizados frente a unos gobiernos local y nacional rebasados por las circunstancias, incapaces de garantizar seguridad y los derechos fundamentales de cualquier ciudadano.

Por el lado del soberbio equipo de gobierno ha quedado en evidencia la gran ineptitud de unos novatos e inexpertos que siguen rotándose cargos unos con otros sin que la realidad los roce. ¡Qué tal la precariedad del ministro del Interior Daniel Palacio, formado en la politiquería legislativa, enfrentado a un desafío como el actual.

Y el improvisado ministro de Defensa Diego Molano, toda una vida escalando cargos, de puesto en puesto por los vericuetos de la burocracia desde Acción social hasta el Icbf para terminar de gran jefe de las FFMM, por ser de la confianza del Presidente, con respuestas frente al orden público plagadas de lugares comunes, mientras le cede sin remedio el mando al general Zapateiro, con sus bullosas arengas pendencieras en plenas calles de Cali cuando lo que se requiere es serenidad y mesura a la hora de aplicar la fuerza sin los excesos para evitar el descontrol reactivo que ya ha dejado una dolorosa estela de muerte.

La realidad palaciega de Duque es inexplicable. Y no cambian el libreto. Encerrados en la torre de marfil de la Casa de Nariño, enconchados en el círculo cerrado de amigos, siempre a la defensiva e intentando minimizar el tamaño de las crisis, los noveles gobernantes no logran tomarle el pulso al país que pasa por escuchar con seriedad y respeto las voces ciudadanas en la calle, y en especial la de los miles de jóvenes que han protagonizado estas protestas pacíficas en 600 municipios del país, opacadas parcialmente por el vandalismo desbocado.

El Presidente es terco y sordo, como lo fue en noviembre 2019. Tras el retiro afanoso de la Reforma Tributaria que insistió en tramitar con obstinación a pesar de no contar con el apoyo de su propio partido, no se le ocurrió nada distinto y en medio de un país incendiado e inconforme que repetir fórmula: diálogo nacional. Que no es otra cosa que dar largas, embolatar y aplazar babosamente los problemas. De haber escuchado la calle hace un año largo, otro había sido el cantar; son las mismas demandas, ahora con un ingrediente adicional: la crisis de la pandemia.

Y fue precisamente Diego Molano, el actual mindefensa, el encargado de embolatar la protesta con promesas en reuniones regadas por todo el país que no derivaron en ninguno de los cambios que se urgían. Los participantes de estos ejercicios el año pasado, dan testimonio de la frustración que quedó de todo aquello: largas relatorías inútiles que duermen engavetadas. Está claro, por su respuesta, que no será este gobierno el que le dará solución a la crisis; por ahora no le queda nada distinto a intentar acabar su periodo y apostar a que no sea mucho más el daño que haga en el tiempo que le queda por delante.
Sigue en Twitter @elvira_bonilla