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¿Dónde está Ubéimar?

En el norte del Valle reina la ley del monte. Es el...

31 de julio de 2015 Por: María Elvira Bonilla

En el norte del Valle reina la ley del monte. Es el epicentro de una pugna de poderes descontrolados, donde campea la ilegalidad, donde se asesina y se soborna, donde hombres de maletín con fajos de billetes condicionan candidatos a las alcaldías. Mientras allí se zanjan las diferencias a plomo, el gobernador, la autoridad del Departamento Ubéimar Delgado, no existe. Calla. Guarda el mismo silencio que ha mantenido durante sus tres años de manejo pusilánime de las dificultades de la región. Atado a su mentalidad de operador político con la que se inició hace cuarenta años en el Partido Conservador, que no ha podido transformar en sus tres años de gobernador, Ubéimar está dedicado a consolidar jefaturillas locales con los socios en las alcaldías para acomodar a su hermano el exsenador César Tulio Delgado y apuntalarle a su sobrino Mauricio su futuro electoral. La puesta a la candidatura de Dilian Francisca Toro, con quien comparte 27 de las 42 alcaldías del departamento -no tiene sentido distinto al de asegurar el poder de nombramientos y contratos-. Y mientras tanto, ¡arde Cartago! y la llamarada se extiende a Obando, Zarzal, Roldanillo, La Unión, Toro, La Victoria, El Dovio, El Cairo, Ulloa.Si ese norte de Valle, encuentro de las cultura paisa y vallecaucana, que ha producido un coctel de violencia, con cadáveres flotando en los ríos, balaceras en las calles y amenazas para forzar el abandono de las fincas repitiendo comportamiento que se entronizó desde la violencia de los años 50. Solo los nombres y el ropaje de los protagonistas han cambiado. Pero la de hoy es la misma violencia mafiosa de los años 70 condicionada por la geografía de la droga; la disputa de los corredores estratégicos con el cañón de Las Garrapatas en el eje principal que enfrenta por ese control territorial a los Rastrojos, los Urabeños, los Machos, los Comba, unido a un abecedario de alias que conforman un aquelarre de criminales en el que aparecen involucrados exmilitares, coroneles de la Policía, funcionarios públicos y políticos de todas las raleas. La suerte última del Valle con sus gobernantes ha sido trágica para el destino de una región dotada para ser la mejor, pero que no logra despegar precisamente por la fatalidad de una dirigencia política que con la narco política del proceso 8000, ya hace 25 años, mostró que estábamos en manos de los campeones de la corrupción, la politiquería y la inmoralidad. Casi que una década perdida con una gobernación manejada por la casta política de Guacarí, que se proyectará con la elección de Dilian Francisca Toro, emparentada con el jefe del tronco familiar Carlos Herney Abadía, quien armó el poderoso grupo que catapultó a un Juan Carlos Martínez, a quien no le ha valido nada para seguir incólume mandando desde la cárcel, y a las decenas de alcaldes municipales que han malgobernado en estos veinte años. Ubéimar pactó con esos mismos políticos para disponer de las arcas del departamento, dejando como resultado un gobierno postrado, sin propósito, incapaz de liderar proyectos transformadores, capaz de malversar los recursos de ciencia y tecnología y las oportunidades para que la región progrese. Un festín y un desperdicio frente a una ciudadanía paralizada incapaz de castigarlos para darle vida a nuevos liderazgos.