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Dignidad campesina

Es triste pero cierto que temas tan cruciales como el futuro del...

15 de marzo de 2013 Por: María Elvira Bonilla

Es triste pero cierto que temas tan cruciales como el futuro del campo, el modelo de desarrollo rural que debe tener Colombia, la concentración de la tierra, la realidad de campesinos y la urgencia de asegurar y proteger la producción agrícola –ahora le llaman seguridad alimentaria- haya entrado al debate público por cuenta de las negociaciones de paz con las Farc en La Habana. La guerrilla tenía claro desde un principio que por algo el escenario de 60 años de guerra ha sido el mundo rural, sus inequidades, su desajuste, su atraso en algunas regiones en contraste con el gran desarrollo de otras, y por esto lo colocaron en el primer punto de la agenda. Si no se avanza en esto se estanca todo. El campesino colombiano ha sido la matriz que le dio vida y personalidad a Colombia, como sociedad y cultura tiene una base rural en música, su gastronomía, sus costumbres, así su trabajo duro y tesonero del que proviene el alimento diario haya estado invisibilizado, mimetizado como parte del paisaje durante décadas. Campesinos caricaturizados y estigmatizados, pero sin rostro ni voces propias. La marcha de los cafeteros le recordaron al país que existían y que el grueso de la caficultura colombiana es de pequeños propietarios, como sucede con muchos otros productos agrícolas. Un estudio de Fedesarrollo que confirma que los predios más pequeños son los más productivos. Desde la ciudad, la gran población urbana, que es la mayoría, ve el campo con distancia, como un lugar bucólico que se visita, pero al que no se pertenece. Una realidad que empieza a cambiar no solo en Colombia sino en el mundo, tal vez por el riesgo de la seguridad alimentaria, la amenaza de que así como aumentan las bocas en el mundo no sucede lo mismo con la comida para alimentarlas. Solamente hace un año las Naciones Unidas aprobó la declaración internacional de los campesinos. Además de definir sus derechos, muchos de éstos negados sistemáticamente, los definieron como una población con características especiales. Como aquellas personas que mantienen una relación directa y especial con la tierra y la naturaleza a través de la producción de alimentos; trabajan la tierra por sí mismos y dependen mayoritariamente del trabajo familiar y otras formas de pequeña escala de organización que los mantienen integrados con sus comunidades. Se habla hoy de la necesidad de rescatar la dignidad campesina y que quienes luchan por su defensa reconocen que es una dignidad capaz de permear las grandes amenazas que recaen sobre ellos: la violencia que lleva a desplazarlos, el cambio de uso de los territorios donde han vivido para producción de agrocombustibles, megaproyectos de infrestructura, explotación minera, agroforestal o ganadera. En esa campaña por la dignidad campesina, que busca un reconocimiento social-político de las gentes que resisten, construyen su vida en el campo se publicó un libro que recoge XX crónicas de Alfredo Molano...Nada más dañino que la sociedad colombiana haya descuidado a sus campesinos dejando el espacio para que las Farc asuma una vocería que no le pertenece y que contribuye a una estigmatización que ha costado miles de muertos inocentes.